El cambio climático reduce la producción de alimentos y aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero, y según los expertos, se trata de un fenómeno que lejos de ser una mera predicción científica, ya está transformando de forma significativa la agricultura a nivel mundial. En este sentido hay dos importantes estudios, uno histórico y otro de una proyección futura, que revelan cómo el aumento de las temperaturas pone en peligro la seguridad alimentaria y refuerza un círculo vicioso donde la producción alimentaria genera más emisiones que a su vez, agravan el cambio climático.
El estudio prospectivo más reciente que fue publicado recientemente en la revista científica Nature, por investigadores de la Universidad de Illinois y la Universidad de Stanford, muestra una imagen preocupante, y es que por cada grado Celsius adicional de calentamiento global respecto al promedio del periodo 2001–2010, la producción de alimentos en el mundo se reduce aproximadamente unas 120 calorías por persona al día, es decir, equivale a que cada habitante del planeta pierda una comida básica diaria, en un escenario de calentamiento global de unos 3 °C a finales de este siglo.
Este análisis se basa en datos reales y fiables de seis cultivos básicos: maíz, arroz, trigo, soja, yuca y sorgo, en más de 12.000 regiones de 54 países, datos que representan dos tercios del consumo calórico agrícola a nivel global. Lo innovador de este estudio es la inclusión de las adaptaciones que los agricultores ya han puesto en marcha, como el cambio de variedades de cultivo o la modificación de determinadas prácticas agrícolas. Aun así, los datos muestran un descenso casi lineal en la producción calórica mundial, por lo que los investigadores comentan que a pesar de que nos adaptemos, perderemos. Recordemos que según una investigación de la Universidad Aalto (Finlandia), la mitad de los cultivos del mundo están en riesgo por el cambio climático.
Cierto es que los agricultores intentan adaptarse, pero ello supone a menudo inversiones y costes significativos. Los expertos citan como ejemplo claro una situación que se da en el medio oeste Estados Unidos, donde muchos productores han optado por variedades de maíz que maduran más rápido a fin de evitar el calor extremo, pero como consecuencia sacrifican parte de la producción total. Esta adaptación no es ni mucho menos gratuita, se trata de una inversión que irremediablemente reduce el rendimiento y los ingresos.
El estudio histórico publicado en la revista científica Nature Geoscience, muestra que el cambio climático ya ha forzado la expansión de las tierras agrícolas en 88 millones de hectáreas entre el periodo 1992-2020, siendo un área similar al doble del tamaño del estado de California. Esto ha ocurrido como respuesta a la caída del rendimiento por efectos del clima, lo que ha obligado a los agricultores a buscar nuevas tierras de cultivo, principalmente en las regiones tropicales. Claro, que este proceso ha tenido un coste ambiental devastador, ya que esa expansión ha generado unas emisiones que se estiman en 21.800 millones de toneladas de CO2. Los expertos comentan que este efecto dominó, menos productividad, más deforestación, más emisiones y más calentamiento, es un claro ejemplo de cómo el sistema alimentario actual sufre por el cambio climático y además lo intensifica.
Asegurar la disponibilidad de alimentos frente a la creciente inestabilidad del clima se ha transformado en una tarea crítica dentro del ámbito de la investigación agrícola. El calentamiento global no sólo intensifica los eventos climáticos extremos, también compromete seriamente el rendimiento y la calidad de los cultivos. Por esta razón, científicos de diversas instituciones están concentrando sus estudios en cómo lograr que los cultivos se adapten a estas nuevas condiciones, algo esencial para preservar la seguridad alimentaria. Entre los ejemplos más relevantes se encuentra el tomate, un cultivo clave a nivel global. De todo ello hablábamos en el post Proteger el suministro de alimentos ante la inestabilidad climática.
Desigualdad climática, ¿quién gana y quién pierde?
Los impactos del cambio climático en la agricultura no se distribuyen de manera equitativa, esto es algo que ya hemos visto en Gastronomía & Cía. Según el estudio citado de Nature, regiones ricas como el cinturón del maíz de Estados Unidos y zonas agrícolas de Europa y China, que actualmente producen gran parte de los alimentos del mundo, serán las más afectadas, y la razón es que tienen climas templados que permiten actualmente un alto rendimiento, pero tienen poca adaptación frente a los escenarios climáticos más extremos.
Por el contrario, muchas regiones pobres ya viven en climas extremos y han puesto en marcha adaptaciones que, aunque limitadas, logran mitigar en parte el daño. Pero estas regiones suelen depender de cultivos como la yuca, sufrirán pérdidas devastadoras y no cuentan con los recursos suficientes para poder responder eficazmente a nuevas amenazas.
Cultivos fuera de su espacio climático seguro
La investigación paralela realizada por la Universidad Aalto que se publicó en el presente año, advierte que hasta el 48% de la producción agrícola en regiones tropicales podría quedar fuera de su espacio climático seguro si el planeta se calienta 3 °C más. Este concepto hace referencia a las condiciones climáticas en las que un cultivo puede desarrollarse de una forma óptima, pero si estas cambian demasiado, los cultivos dejarán de crecer obligando a su abandono o traslado, algo que no siempre es posible. Esta situación pone en peligro la diversidad agrícola global, ya que menos diversidad significa menor capacidad de adaptación frente a plagas, enfermedades o fenómenos climáticos extremos. Además, esa pérdida de diversidad podría ser una de las amenazas más graves para la seguridad alimentaria.
Aumento de precios y riesgo de inseguridad alimentaria por el cambio climático
Como ya explicábamos en su momento, todos estos efectos tienen una consecuencia inmediata, el encarecimiento del precio de los alimentos. Según el Informe Anual de Riesgos de la Cadena de Suministro 2025 de Everstream Analytics, los precios de los alimentos básicos podrían incrementarse entre un 10% y un 50% para el año 2050 si no se toman las medidas necesarias, lo que afectaría especialmente a los países en vías de desarrollo, donde la mayoría de la población dedica la mayor parte de sus ingresos a la compra de comida.
Problemas como la sequía del año 2010 en Rusia, o la actual guerra en Ucrania, ya han mostrado cómo la alteración de las exportaciones puede provocar crisis alimentarias a nivel global, pero si además se combina con el calentamiento mundial, el riesgo inevitablemente se multiplica. Por eso los expertos coinciden al decir que a pesar de que el panorama es sombrío e incierto, aún tenemos tiempo para actuar y la clave son dos premisas, mitigación y adaptación.
Mitigar implica reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que el planeta continúe calentándose. Por otro lado, adaptar significa transformar los sistemas agrícolas para que sean más resilientes, y entre las soluciones más prometedoras a destacar se encuentra el desarrollo de semillas resistentes a las temperaturas, las sequías y las plagas, como el “arroz scuba” en India, que puede resistir las inundaciones, o el trabajo en el que expertos de la Universidad de Duke (Estados Unidos) han identificado un gen «termostato» que puede ayudar a desarrollar cultivos resistentes a la sequía.
Otras soluciones son la diversificación de cultivos para evitar la dependencia de unos pocos, aunque la realidad es que ya dependemos de ‘unos pocos’ cultivos y aquí entraría en acción la estrategia de recuperar cultivos olvidados. Poner en marcha sistemas de riego eficientes y agricultura vertical para optimizar el uso de recursos, prácticas agrícolas regenerativas (agricultura regenerativa) que mejoren el suelo y capten carbono, realizar una mayor inversión en tecnología agrícola y desarrollar modelos de datos climáticos para anticiparse a los riesgos, etc.
Los expertos explican que los datos están sobre la mesa, el cambio climático ya está reduciendo la producción de alimentos y está aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero, los cultivos se enfrentan a condiciones climáticas para las que no están preparados, y los agricultores y especialmente los de regiones pobres, tienen pocas herramientas para poder adaptarse a esta situación. Los investigadores aseguran que las pérdidas serán globales y no serán equitativas. Por ello, se apunta que ahora la responsabilidad recae en los gobiernos, el sector agrícola y la sociedad en todo su conjunto, y es que aún estamos a tiempo de evitar lo peor, pero la ventana de una oportunidad se está cerrando con rapidez. Los responsables de las nuevas investigaciones señalan que la seguridad alimentaria del siglo XXI depende de cómo actuemos hoy, y la actual inactividad va a pasar factura irremediablemente.
Podéis conocer más detalles de los estudios a través de este artículo publicado en la revista científica Nature, y en este otro de la misma revista.
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