El reciente anuncio del ganador del concurso #BeyondOliveOil, una idea innovadora llamada Oligum, presentada como el primer chicle antiedad hecho con aceite de oliva virgen extra (AOVE), ha despertado gran interés, pero también una sana dosis de escepticismo.
La organización del certamen lo describe como un producto revolucionario que une ciencia, sostenibilidad y tradición mediterránea en una forma práctica y portátil. Sin embargo, al analizar las bases del concurso y el estado real del proyecto, surgen preguntas importantes sobre su viabilidad y concreción.
En las bases del concurso, ¿qué se pedía? Pues el certamen #BeyondOliveOil buscaba ideas innovadoras que ampliasen el uso del AOVE más allá del ámbito culinario, con énfasis en la sostenibilidad, la viabilidad técnica y el impacto social o medioambiental. Se valoraba la originalidad, el potencial de mercado y la factibilidad para convertirse en un producto comercial en un plazo razonable.
Sin embargo, la convocatoria especificaba que se podían presentar ideas en fase conceptual o prototipos iniciales, no necesariamente productos terminados ni lanzamientos inmediatos.
Entonces, ¿qué es Oligum realmente? Según la comunicación oficial, Oligum es una idea, no un producto ya fabricado o comercializado. No hay muestras, ni detalles técnicos concluyentes, ni datos sobre la formulación, la experiencia sensorial o el proceso productivo.
Pero, llaman la atención los comentarios y reacciones en redes sociales (podéis verlas aquí), tanto del público como de otros participantes en el certamen, que subrayan que Oligum es un proyecto en fase de concepto, más un “prototipo mental” que un producto tangible.
Esto coincide con la ausencia de información sobre aspectos clave como el sabor del chicle, la estabilidad del AOVE en esa matriz y la conservación del efecto antioxidante y beneficiosos compuestos bioactivos tras la manufactura.
¿Es posible un chicle con AOVE?
Desde un punto de vista técnico, el AOVE es un aceite natural con alta concentración de compuestos fenólicos antioxidantes que tienen propiedades saludables comprobadas. Pero su incorporación en un chicle plantea desafíos importantes:
Compatibilidad del aceite con la base de chicle: Las bases de chicle suelen ser polímeros y resinas insolubles que forman una matriz elástica. Incorporar un aceite líquido sin que se separe o degrade es complicado.
Estabilidad y conservación: El AOVE puede oxidarse con facilidad si no se protege adecuadamente. En un chicle masticable, la exposición al aire y a la saliva podría reducir su vida útil y sus propiedades.
Sabor y textura: El aceite de oliva tiene un sabor característico, que puede no ser del gusto general en un chicle. Además, el aceite puede afectar la textura, haciendo el chicle menos agradable.
Por ello, aunque no imposible, desarrollar un chicle funcional con AOVE requiere tecnología avanzada para encapsular los compuestos activos y preservar la experiencia de masticar, lo que, al día de hoy, parece estar todavía en fase experimental.
El premio a Oligum nos invita a soñar con nuevos usos para un ingrediente tan icónico como el aceite de oliva, pero también a mantener una mirada crítica y realista. Celebrar la creatividad no debe confundirse con presentar ideas que aún no han superado pruebas prácticas esenciales.
Los concursos de innovación cumplen una función clave al fomentar el desarrollo de productos futuros, pero también es importante comunicar claramente la fase en la que se encuentra cada proyecto para no generar expectativas erróneas en consumidores y profesionales.
El chicle de aceite de oliva virgen extra podría ser una brillante propuesta, pero parece que queda un largo recorrido para convertirse en un producto comercial viable. Aunque quizá haya más avance del que conozcamos, así que si alguien tiene datos técnicos o avances reales sobre Oligum, que nos los cuente. Porque la curiosidad, como el aceite, siempre encuentra un camino.