Hay pocas cosas tan satisfactorias en la cocina dulce, como sacar un bizcocho del horno y ver que ha quedado perfecto: esponjoso, dorado, fragante. No obstante, alcanzar ese punto ideal puede ser un desafío, sobre todo si estás empezando en el mundo de la repostería. Y es que no siempre se trata de seguir una receta al pie de la letra, también hay que aprender a escuchar al bizcocho, a observarlo, a dejarse guiar por los sentidos.
Porque no todos los hornos funcionan igual, no todas las harinas responden del mismo modo, y así un largo etcétera. Así que vamos a detallar cómo saber cuándo un bizcocho está hecho, perfectamente horneado, cuatro valores con los que reconocer, con toda seguridad y sin dudas, cuándo un bizcocho está realmente listo para salir del horno. No importa si es de vainilla, limón, yogur, frutos secos o de chocolate, con estos consejos, conseguirás resultados de profesional.
Observa los bordes del bizcocho
Uno de los primeros signos visibles de que un bizcocho está casi terminado es que los bordes empiezan a separarse ligeramente del molde. Este fenómeno ocurre porque las partes exteriores de la masa son las primeras en cocerse: el calor del horno llega antes a los extremos que al centro, y eso hace que el bizcocho encoja apenas unos milímetros, formando un pequeño hueco entre la masa y las paredes del molde.
No esperes una separación exagerada. Basta con que veas un pequeño espacio, de unos 3 a 6 mm. Si usaste papel de hornear o engrasaste el molde, esta señal será más evidente. Claro, que también hay excepciones, algunos bizcochos especiales como el ‘angel food cake’ (pastel de ángel) o los bizcochos muy ligeros que se hornean sin engrasar el molde, no ofrecen esta pista, no se despegan.
Deja que el aroma te guíe
La cocina, de repente, empieza a oler de maravilla. Un perfume dulce, cálido, envolvente… Ese es otro indicio muy fiable de que tu bizcocho está llegando al punto perfecto. ¿Qué tipo de aroma debes esperar? En los bizcochos de vainilla o de mantequilla, el olor será dulce y lácteo. Si lleva frutas cítricas (como limón o naranja), notarás un aroma más fresco, mientras que los bizcochos de frutos secos desprenden un olor tostado y cálido, como de caramelo.
Y si es de chocolate, el perfume será más intenso, oscuro, profundo, con notas de cacao tostado. Si el bizcocho aún no huele a nada o su aroma es muy débil, seguramente le falta cocción. El olfato no suele fallar: un bizcocho listo se hace notar.
Observar el color de la superficie
Cuando ya hueles el bizcocho y los bordes parecen empezar a despegarse, es momento de abrir el horno (rápidamente para no perder demasiado calor) y observar el color de la superficie.
En los bizcochos de vainilla, yogur o limón, deberías ver que toda la parte superior ha adquirido un tono dorado uniforme. Los bordes tienden a estar un poco más oscuros, como un malvavisco bien tostado. Este color es señal de que los azúcares de la masa se han caramelizado, lo cual indica que el interior también ha recibido suficiente calor.
¿Y si el bizcocho es de chocolate? Entonces la cosa cambia porque el color natural de la masa oscura hace imposible guiarse por el dorado. En estos casos, lo que debes buscar es el cambio de textura en la superficie. Cuando el bizcocho aún está crudo, la masa tiene un aspecto brillante, húmedo. En cambio, cuando ya está cocido, la superficie se vuelve mate, opaca, y a veces incluso aparece una ligerísima «piel» o grieta fina en el centro.
Y la prueba del palillo o del cuchillo?
La prueba más tradicional y conocida para comprobar si un bizcocho está hecho consiste en insertar un palillo de madera en el centro del pastel. Si al sacarlo sale limpio o con apenas unas pocas migas secas, el bizcocho está perfectamente horneado. Si sale con restos de masa húmeda, debe continuar en el horno unos minutos más.
Aunque este truco no siempre es recomendable, recordad que hablamos de ello en este post. En cualquier caso, muchos pasteleros profesionales recomiendan hacer la prueba con un cuchillo pelador porque al ser más ancho, la prueba es más evidente, especialmente en bizcochos de masas densas como las de plátano, zanahoria o chocolate más húmedos.
Otra señal definitiva para saber si el bizcocho está bien cocido es presionar ligeramente el centro con la yema de los dedos, con cuidado y rápido, porque quema. Si al presionar suavemente el bizcocho recupera su forma enseguida, está perfecto, su estructura interna está firme y esponjosa.
Si, en cambio, la marca del dedo queda hundida o no se recupera, significa que el bizcocho aún está crudo en el centro. Entonces, basta con dejar en el horno de 5 a 10 minutos más antes de volver a comprobar. Este sencillo gesto de presionar te da una información valiosísima sobre la textura interna, mucho más fiable que sólo mirar el color.
¿Se puede usar termómetro?
Algunos reposteros experimentados utilizan termómetros de cocina para comprobar la temperatura interna. En los bizcochos clásicos, la cocción completa suele alcanzarse alrededor de los 93 °C en el centro. Pero no es imprescindibles, observar, oler y tocar son métodos que además de útiles, ayudan a desarrollar el instinto pastelero.
Hornear bizcochos es, ante todo, un ejercicio de paciencia, de observación y de cariño. Al principio puedes dudar, pero poco a poco aprenderás a escuchar a tus bizcochos. Cada receta, cada horno, cada ingrediente te enseñará algo nuevo. Y recuerda que un bizcocho ligeramente pasado siempre es mejor que uno crudo. Si tienes dudas, deja uno o dos minutos extra en el horno. Cuando cortes tu bizcocho y veas esa miga tierna y fragante, sabrás que todo ha merecido la pena.
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