
Cada vez son más las personas que deciden consumir leche sin pasteurizar creyendo que se trata de una alternativa más natural, menos procesada y más saludable. Sin embargo, una nueva investigación ha puesto de manifiesto que esta práctica puede conllevar riesgos severos, concretamente la presencia de bacterias resistentes a los antibióticos en la leche cruda.
En el estudio publicado recientemente en la revista científica PLOS One, un equipo de investigadores de la Abdul Wali Khan University Mardan (Pakistán) analizó 310 muestras de leche de vaca y oveja. Los resultados fueron alarmantes, casi una de cada cuatro muestras contenía infecciones subclínicas en la ubre y más del 12 % contenía la bacteria Staphylococcus epidermidis procedente de las ubres de vacas y ovejas con mastitis subclínica.
Pero lo más alarmante fue descubrir que el 95 % de las cepas bacterianas analizadas, eran resistentes a antibióticos como la penicilina y la eritromicina, y la mitad de estas cepas tenía resistencia a tres o más tipos de antibióticos. Los investigadores tambien detectaron genes que permiten a las bacterias transmitir esa resistencia a los antibióticos a otras bacterias, lo que facilita su propagación a lo largo de la cadena alimentaria.
Esto no es un hecho aislado, estudios previos de universidades como la de California en Davis (Estados Unidos) ya habían demostrado que la leche cruda puede contener bacterias con genes de resistencia a los antibióticos, que al mantenerse a temperatura ambiente, aumentan en número y pueden transferir esa capacidad a otros microorganismos. Cuando esos genes llegan a bacterias patógenas, aparecen las temidas “superbacterias” resistentes a los fármacos que son responsables de infecciones que no se pueden eliminar con los tratamientos habituales.

En Estados Unidos, se calcula que cada año unos tres millones de personas contraen infecciones resistentes a los antibióticos, y más de 35.000 personas mueren a causa de ellas, así lo determinan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), algo que podéis leer aquí.
Los datos también ponen al descubierto que el consumo de leche sin pasteurizar conlleva un riesgo elevado y desproporcionado. A pesar de que solo alrededor del 3 % de los estadounidenses consumen este tipo de leche, el 96 % de los casos de enfermedades transmitidas por alimentos lácteos contaminados están relacionados con la leche sin pasteurizar. Entre el año 1998 y el año 2018, se registraron más de 200 brotes relacionados con su consumo que afectaron a más de 2.600 personas, y los niños, las embarazadas, los ancianos y las personas inmunodeprimidas, son los grupos más vulnerables y con mayor riesgo de sufrir las consecuencias más graves.
La creencia de que la leche cruda conserva mejor los nutrientes o contiene bacterias beneficiosas para la salud, ha impulsado su popularidad. Sin embargo, la evidencia científica no respalda estas afirmaciones, de hecho, los estudios muestran que la pasteurización apenas altera el valor nutricional de la leche y que las supuestas bacterias “saludables” de la leche cruda, no llegan en cantidades suficientes al intestino como para proporcionar beneficios reales. Sin embargo, lo que sí se incrementa este tipo de leche, es el riesgo de contaminación y exposición a bacterias resistentes a los antibióticos.
El peligro microbiológico es muy concreto, las bacterias pueden acceder a la leche desde la ubre infectada sea por el equipo de ordeño o por los recipientes mal higienizados. En ausencia del proceso térmico de pasteurización, estos microorganismos permanecen vivos y pueden multiplicarse rápidamente, y en casos extremos, el consumo de leche contaminada puede provocar enfermedades como la sepsis, la meningitis, un fallo renal e incluso la muerte. Por cierto, otro problema gravé es la gripe aviar, os recomendamos retomar la lectura del post Leche cruda y gripe aviar: qué dicen los expertos sobre los riesgos para la salud.

La situación ha llevado a los expertos a enfatizar en un mensaje claro, la “naturalidad” no garantiza la seguridad. Las autoridades sanitarias subrayan que la pasteurización no destruye los nutrientes esenciales, pero sí elimina los patógenos capaces de causar enfermedades graves. Por otro lado hacen un llamamiento para realizar un uso responsable de los antibióticos en las explotaciones ganaderas. Ya sabemos que en Estados Unidos por ejemplo, siguen utilizando los fármacos con fines no terapéuticos, con el propósito de prevenir enfermedades, mejorar el rendimiento, el engorde de los animales y las malas prácticas en la crianza animal, a pesar de que esto trae consigo la aparición de bacterias resistentes.
El desafío de las bacterias resistentes a los antibióticos no solo afecta a los que consumen leche cruda, afecta a toda la sociedad. Cada nuevo gen de resistencia que se transmite entre las bacterias, reduce la eficacia de los tratamientos disponibles, amenazando con hacer que infecciones comunes sean de nuevo potencialmente mortales. La solución pasa por la concienciación, la educación del consumidor y la aplicación rigurosa de las prácticas higiénicas y el control sanitario en el ámbito agrícola y alimentario.
En definitiva, la relación entre la leche cruda y las bacterias resistentes a los antibióticos, demuestra que detrás de una aparente elección natural, se puede esconder un riesgo sanitario de una enorme magnitud. La evidencia científica es contundente, consumir leche sin pasteurizar aumenta la exposición a microorganismos peligrosos pudiendo contribuir a la expansión de la resistencia antimicrobiana.
Podéis conocer todos los detalles de la nueva investigación a través de este artículo publicado en la revista científica PLOS One.
Crédito imágenes | Depositphotos.com







