La sacarina se puede convertir en el nuevo aliado frente a las bacterias resistentes a los antibióticos, se trata de una solución inesperada ante uno de los mayores desafíos de la medicina actual. Los expertos consideran que este edulcorante artificial no calórico que se utiliza desde hace más de un siglo para endulzar, tiene un nuevo potencial, una característica especial que va mucho más allá de su poder endulzante.
Como explicamos en su momento, la sacarina es conocida químicamente como 1,2-benzisotiazol-3(2H)-ona-1,1-dióxido, fue descubierta en 1879 de forma accidental por los químicos Constantin Fahlberg e Ira Remsen mientras trabajaban con derivados del alquitrán de hulla. En poco tiempo se popularizó, especialmente durante las guerras mundiales cuando el azúcar escaseaba y es que su capacidad para endulzar entre 300 y 700 veces más que la sacarosa, así como su aporte calórico nulo, convirtieron al edulcorante en un ingrediente ideal para las personas diabéticas o para quienes buscaban controlar el peso corporal.
Durante las últimas décadas la sacarina ha sido objeto de controversias, especialmente por los estudios realizados con animales que sugerían una posible relación con el cáncer de vejiga. Sin embargo, más de 30 estudios realizados con seres humanos no confirmaron el mencionado riesgo, lo que llevó a eliminar las advertencias de seguridad existentes en países como Estados Unidos desde el año 2000.
Recordemos que la Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea (EFSA) revisó recientemente la seguridad de la sacarina y sus sales, concluyendo que es segura para el consumo humano. De hecho, en el año 2024 incrementó la ingesta diaria admisible (IDA) de 5 miligramos/kilo a 9 miligramos por kilo de peso corporal. También examinó las posibles impurezas genotóxicas derivadas de ciertos métodos de fabricación, concluyendo que la sacarina no presenta riesgos significativos si es producida con el método Remsen-Fahlberg, método por el que la sacarina se sintetiza a partir de compuestos derivados del tolueno (hidrocarburo aromático), mediante una serie de reacciones químicas que incluyen sulfonación, amonólisis y oxidación.
La sacarina es más que un edulcorante por su capacidad antibacteriana
Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Brunel (Reino Unido), ha concluido que la sacarina puede actuar como un potente agente antibacteriano. Este estudio que se inició como una investigación sobre el impacto del edulcorante en la flora intestinal, ha terminado mostrando la capacidad que tiene la sacarina para interferir directamente en diferentes procesos vitales de las bacterias.
Los resultados del estudio muestran que la sacarina inhibe la división celular bacteriana, alterando la replicación del ADN y dañando la envoltura celular, lo que lleva irremediablemente a la muerte de los microorganismos. Además, impide la formación de biopelículas o estructuras protectoras que muchas bacterias desarrollan para poder resistir a la acción de los antibióticos.
Según los resultados, entre las bacterias que mostraron una notable sensibilidad a la sacarina se encuentran algunas de las más peligrosas y resistentes, como la Acinetobacter baumannii, que resiste a la acción de la mayoría de los antibióticos, la Pseudomona aeruginosa, el Staphylococcus aureus y la Escherichia coli. En diferentes casos la sacarina inhibió el crecimiento bacteriano y además volvió a sensibilizar a las bacterias a los antibióticos a los que previamente eran resistentes.
Los expertos comentan que uno de los descubrimientos más esperanzadores es el hecho de que la sacarina puede integrarse en apósitos de hidrogel para heridas. En modelos ex vivo (experimentos que se realizan fuera de un organismo vivo, pero utilizando tejidos u órganos reales) de piel quemada, los apósitos cargados con sacarina redujeron significativamente la carga bacteriana, incluso más que algunos de los apósitos antibacterianos comerciales. Por tanto, esto sitúa a la sacarina como un candidato ideal para llevar a cabo nuevas terapias tópicas contra las infecciones de carácter persistente, sobre todo aquellas que son difíciles de tratar y que son producidas en heridas que no cicatrizan bien con el tiempo.
Hay que decir que aunque la mayoría de los estudios recientes, como la citada revisión de la EFSA, avalan la seguridad de la sacarina siempre dentro de los límites establecidos, todavía hay algunas preocupaciones sobre su posible impacto en la microbiota intestinal y en su capacidad para inducir respuestas inflamatorias en determinados contextos, por lo que se sigue recomendando un consumo responsable. En definitiva, ahora hay nuevas líneas de investigación sobre la sacarina, edulcorante del que se dice que podría ser una herramienta clave en la lucha contra las bacterias resistentes a los antibióticos.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Brunel, y de forma más extensa en este otro publicado en la revista científica EMBO Molecular Medicine.
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