Una nueva investigación realizada por expertos de distintas universidades brasileñas y chilenas, ha arrojado luz sobre un problema de salud pública que aumenta de forma silenciosa y acelerada, se trata de la relación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y el riesgo de muerte prematura.
Este estudio que ha sido publicado en la revista científica American Journal of Preventive Medicine, ofrece una de las estimaciones más amplias hasta la fecha sobre el número de muertes prematuras asociadas a la ingesta de alimentos ultraprocesados, con datos recabados en ocho países, Colombia, Brasil, México, Australia, Chile, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido.
Según los resultados obtenidos, se ha determinado que por cada incremento del 10% en el aporte calórico procedente de los alimentos ultraprocesados en la dieta diaria, el riesgo de mortalidad general aumentaba en un 2,7%. Los investigadores apuntan que esta relación ha sido consistente, lineal y estadísticamente significativa, es decir, no se trata de un dato aislado y sí una clara tendencia, confirmando que cuanto mayor es la proporción de alimentos ultraprocesados en la dieta, mayor es el riesgo de morir antes de cumplir los 70 años de edad.
El estudio se ha basado en un metaanálisis de siete estudios de cohorte que incluyeron a casi 240.000 personas y más de 14.700 fallecimientos. Los datos fueron utilizados para calcular el impacto potencial de este patrón alimentario en la mortalidad prematura en cada país, dependiendo de cuánto suponen estos alimentos en el total calórico que se consume.
Los expertos explican que los resultados son alarmantes, ya que en países como Estados Unidos y el Reino Unido, donde los alimentos ultraprocesados superaban el 50% del aporte energético diario, se podía atribuir hasta un 14% de las muertes prematuras a este tipo de alimentos. Por otro lado, en países como Colombia, donde el consumo medio de este tipo de alimentos es de un 15%, la proporción de muertes se reduce al 4%.
Este planteamiento no es algo nuevo, pero sí es más preciso, y es que durante años se ha acumulado evidencia sobre los efectos perjudiciales de los Alimentos ultraprocesados, pero hasta ahora sólo unos pocos estudios habían estimado el efecto directo que tiene sobre la mortalidad. La novedad de este estudio es que no se analiza un nutriente concreto como puede ser el azúcar o la grasa, se analiza un patrón alimentario industrializado que está definido por el grado de procesamiento.
Según la clasificación NOVA que es ampliamente utilizada por la comunidad científica, los alimentos ultraprocesados son aquellos que se elaboran industrialmente a partir de ingredientes derivados de alimentos y aditivos artificiales, a fin de ampliar su vida útil, su apariencia y su sabor. Se trata de alimentos que han sido diseñados para ser baratos, prácticos e irresistibles, pero lamentablemente son pobres nutricionalmente, se pueden citar como ejemplo las bebidas azucaradas, las galletas, los cereales azucarados, las sopas instantáneas, los productos listos para calentar, los embutidos, los snacks y muchos otros que podemos encontrar en supermercados y máquinas expendedoras.
Los investigadores explican que estos productos desplazan a los alimentos frescos y a los que son mínimamente procesados de la dieta, generan efectos metabólicos adversos por su composición y estructura porque tienen exceso de azúcares libres, grasas refinadas, sal, aditivos como los colorantes y los emulsionantes, teniendo además una clara falta de fibra y otros nutrientes esenciales. A todo esto hay que sumar posibles efectos de los materiales del envasado y de los cambios físicos que sufren estos alimentos durante su procesamiento, factores que alteran cómo el organismo los digiere y los metaboliza.
Uno de los puntos más destacados del estudio es el análisis de los datos reales de consumo y de mortalidad a nivel nacional. En países como Chile, donde el consumo medio de alimentos ultraprocesados alcanza el 22,8% de la dieta diaria, se calculan unas 1.874 muertes prematuras anuales que son atribuibles a su consumo. En México, cuya media de consumo es del 24,9%, el número de muertes asciende a más de 17.000. En Brasil, cuya media es más baja y se establece en un 17,4%, se calcula que se producen más de 25.000 fallecimientos anuales. Y en Estados Unidos, donde más del 54% de la dieta se basa en alimentos ultraprocesados, el número de muertes se dispara hasta superar las 124.000.
Hay que decir que los investigadores reconocen limitaciones en su trabajo, y es que se trata de un estudio observacional, por lo que no puede probar la causalidad (causa y efecto), además, se basa en datos que no siempre son actuales y no se tiene en cuenta el retraso temporal entre los cambios en la dieta y los efectos en la salud. Sin embargo, destacan la consistencia del patrón que se ha observado sumado a la magnitud de los datos, algo que no puede dejar lugar a la indiferencia.
Los resultados obtenidos coinciden con los de otros estudios recientes que vinculan el consumo de los alimentos ultraprocesados con más de 30 enfermedades físicas y mentales. Desde obesidad y diabetes tipo 2, hasta problemas gastrointestinales, cardiovasculares, cáncer, trastornos de ansiedad y multimorbilidad. De hecho, un metaanálisis publicado en 2024 señalaba que el riesgo de padecer enfermedades cardíacas podía aumentar hasta un 50% entre quienes más consumen estos productos.
Los expertos apuntan que es urgente que los gobiernos adopten medidas efectivas para que se reduzca el consumo de ultraprocesados, no basta con recomendar consumir más frutas y verduras, se necesitan políticas activas como los impuestos, un etiquetado frontal claro, regulaciones sobre publicidad dirigida a niños, restricciones en las escuelas y proporcionar subsidios para la compra de alimentos frescos y de proximidad. En definitiva, buscar el modo de proporcionar un entorno alimentario que facilite las elecciones saludables en vez de obstaculizarlas.
En un contexto donde más del 70% de los productos en los supermercados son ultraprocesados, cuyo consumo se inicia en la infancia, este estudio es una clara llamada de atención. No se trata de satanizar estos alimentos, sino de ser conscientes del impacto real que tiene el modo en el que comemos, ya que si queremos disfrutar de una mayor esperanza de vida y estar más sanos, es necesario replantearse qué tipo de comida elegimos y consumimos.
Podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este artículo (Pdf) publicado en la revista científica American Journal of Preventive Medicine.
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