
¿Es seguro el acesulfame K? Esta es una pregunta que se plantean quienes buscan reducir el consumo de azúcar sin tener que renunciar al sabor dulce. El acesulfame K (E 950) o acesulfamo potásico, es un edulcorante artificial que se utiliza en un gran número de productos sin azúcar o bajos en calorías, que ha suscitado interés y por lo que la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) decidió reevaluar su seguridad, para despejar dudas con información reciente y científica.
El acesulfame K es un edulcorante no calórico que fue descubierto accidentalmente en el año 1967 en los laboratorios de la empresa química y farmacéutica Hoechst AG (Alemania). El químico Karl Clauss, investigaba nuevos compuestos y probó una muestra (sea de forma intencionada o por descuido) y notó su intenso sabor dulce. Este descubrimiento fortuito recuerda al de la sacarina, que también se identificó de forma accidental y así nació el acesulfame K, uno de los edulcorantes artificiales más utilizados en el mundo.
El poder endulzante del acesulfame K es aproximadamente unas 200 veces mayor que el del azúcar, algo que facilita utilizarlo en cantidades mínimas. No aporta calorías y no afecta a los niveles de glucosa en sangre, por lo que es un edulcorante muy común en los productos dietéticos y los destinados a quienes padecen diabetes. Se puede encontrar en refrescos ‘light’ o ‘zero’, en chicles sin azúcar, postres y gelatinas bajas en calorías, en yogures, en productos de panadería, en suplementos nutricionales, etc.
Una de las ventajas clave del edulcorante es que es resistente al calor y la acidez, por lo que resulta apto para utilizar en productos para hornear o para los alimentos con una vida útil amplia, como por ejemplo los deshidratados o liofilizados, las bebidas embotelladas, la panadería industrial, etc.
El caso es que la EFSA ha evaluado nuevamente la seguridad del acesulfame K como parte del programa que lleva a cabo para revisar todos los aditivos aprobados antes de 2009, como los sulfitos, los colorantes alimentarios u otros edulcorantes como el eritritol. Para esta nueva evaluación, los expertos han analizado más de dos décadas de estudios científicos publicados hasta el pasado mes noviembre, aplicando una metodología rigurosa y estructurada que incluyó la revisión de los estudios en modelos animales, en seres humanos y en entorno de laboratorio, la evaluación del riesgo de toxicidad, genotoxicidad y de exposición, así como el análisis de la presencia de impurezas químicas.

También se ha establecido un nuevo valor de ingesta diaria aceptable (IDA), anteriormente el valor establecido era de 9 miligramos por kilo de peso corporal al día, que ahora ha sido reemplazado por una nueva IDA de 15 mg/kg/día, incremento que se ha basado en un estudio realizado con roedores de laboratorio cuyos resultados mostraron que no había efectos adversos incluso si los roedores tomaban dosis de hasta 1500 mg/kg/día. Lo cierto es que un solo estudio no debería ser la base para el cambio de IDA y se deberían llevar a cabo otros estudios que ratifiquen los resultados del estudio citado.
El caso es que estos datos indican que una persona de 70 kilos podría consumir hasta 1.050 mg de acesulfame K diariamente sin riesgo conocido, lo que supone que está por encima de los niveles reales de consumo de la mayoría de la población europea. A pesar del dictamen que avala la seguridad del edulcorante, la EFSA ha detectado algunas áreas técnicas que podrían mejorar la calidad del aditivo en el mercado. Apunta que es conveniente limitar a 0,1 mg/kg la presencia de impurezas como el 5-cloro-acesulfame que se genera durante la síntesis del acesulfame K, ya que no hay estudios específicos sobre su toxicidad genética (genotoxicidad), es decir, no se sabe con certeza si puede dañar el ADN.
Los expertos han encontrado en muestras comerciales que contienen el edulcorante, la presencia de acetilacetamida, una impureza orgánica y posible producto de degradación que puede aparecer durante la fabricación o el almacenamiento del edulcorante. Aunque no existe una reglamentación que establezca límites de esta impureza, la EFSA recomienda que no sobrepase el miligramo por kilo.

Se ha decretado la presencia de metales pesados como el plomo y mercurio en cantidades inferiores a los límites actuales establecidos por la legislación comunitaria. Sin embargo, la EFSA recomienda ajustar esos límites y hacerlos más estrictos para que reflejen mejor la pureza y la seguridad del edulcorante. También se propone añadir el número CAS (55589-62-3) al acesulfame K en la normativa, se trata de un número o “DNI químico” que ayudaría a identificar con precisión el compuesto, facilitando su control y su trazabilidad, y evitaría posibles confusiones con otras sustancias similares.
Sobre los posibles riesgos o efectos secundarios a largo plazo, la EFSA hace hincapié en las dosis permitidas, asegurando que no se han encontrado evidencias que relacionen el edulcorante con el cáncer, con la alteración del sistema nervioso, la fertilidad o que afecte de forma negativa al microbioma intestinal.
Según el dictamen de la EFSA, se reconocen algunas incertidumbres, aunque los expertos aclaran que no comprometen la conclusión principal sobre la seguridad del acesulfame K. De todos modos y como hemos comentado, faltan esos estudios sobre la genotoxicidad del 5-cloro-acesulfame, quizá existe una posible sobreestimación del consumo real del edulcorante y a esto hay que añadir que existe variabilidad en la calidad según el fabricante.
Los expertos de la EFSA apuntan que como con cualquier aditivo, el consumo debe mantenerse dentro de los límites establecidos y no abusar de los productos “light” por el hecho de que sean bajos en azúcar. Podéis conocer todos los detalles de la reevaluación del acesulfame K a través de este artículo publicado en la página oficial de la agencia.
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