La miel fue durante siglos el único edulcorante en la sociedad rural asturiana, un alimento de prestigio compartido en fiestas, bautizos y celebraciones, y tan valorado que colmenas y colmenares se entregaban como dote o herencia. La apicultura, profundamente ligada al paisaje y a la tradición, dejó huella con construcciones como los talameiros y cortinos, diseñados para proteger las colmenas del oso.
Gracias a la riqueza botánica y al manejo artesanal, Asturias produce una miel única, reconocida por su calidad y su identidad sensorial. Hoy, tras años de esfuerzo y arraigo, la Miel de Asturias ha sido reconocida con la Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello que certifica su origen, autenticidad y excelencia.
Desde el pasado 27 de mayo de 2025, la Miel de Asturias cuenta oficialmente con el sello de Indicación Geográfica Protegida (IGP), según recoge el Diario Oficial de la Unión Europea (DOUE C/2025/467). Este distintivo europeo garantiza que todas las fases de producción, desde la recolección hasta el envasado, se realizan íntegramente en el Principado de Asturias, respetando un saber hacer tradicional que se ha mantenido vivo hasta nuestros días.
La IGP “Miel de Asturias” ampara un producto natural, sin tratamientos térmicos ni alimentaciones artificiales a las abejas, con un bajo contenido en humedad y una notable riqueza sensorial. Esta miel presenta un color ámbar que puede ir del claro al muy oscuro, una textura densa y aromas y sabores intensos y persistentes. Su perfil se debe tanto al entorno natural, donde abunda una vegetación silvestre libre de cultivos intensivos, como a la tradición apícola que conserva métodos de recolección artesanales.
Tipos de miel reconocidos por la IGP
La denominación distingue entre mieles multiflorales —de bosque, costa o montaña— y mieles monoflorales —de roble, eucalipto, castaño, brezo, calluna o madroño—. Cada una de ellas está definida por parámetros físicos, polínicos y sensoriales muy concretos, desde la conductividad o el color hasta el porcentaje de polen de determinadas especies florales autóctonas.
Por ejemplo, la miel de montaña combina aromas amaderados y florales, con un sabor ligeramente amargo y salado, resultado de la presencia dominante de polen de brezo y castaño. En cambio, la miel de costa es más clara y fresca, con notas dulces y ácidas que recuerdan al eucalipto.
Un entorno único para una miel única
El paisaje asturiano, caracterizado por su relieve abrupto, suelos silíceos, clima eurosiberiano y la convivencia entre zonas costeras y montañosas, genera una diversidad vegetal excepcional. Esta riqueza florística permite a las abejas pecorear en diferentes altitudes sobre especies como Erica, Castanea sativa, Arbutus unedo, Quercus o Eucalyptus, dando lugar a mieles con identidad propia. A esto se suma un manejo tradicional que, al no realizar trashumancia ni alimentar artificialmente a las abejas, da lugar a una miel fiel al territorio y su estación.
Una miel con nombre propio
El uso de la mención “Miel de Asturias” en el etiquetado sólo está permitido para mieles envasadas dentro del propio Principado, en instalaciones autorizadas y registradas, como medida de control de calidad y garantía de autenticidad. El etiquetado debe incluir, además, el tipo de miel y el logotipo oficial de la IGP.
Con esta distinción, la Miel de Asturias se une a los productos europeos protegidos por su origen y su reputación, y hablando de mieles, ya son nueve: Miel de Asturias, Miel de Campoo-Los Valles, Miel de Galicia, Miel de Granada, Miel de Ibiza, Miel de la Alcarria, Miel de Liébana, Miel de Tenerife y Miel Villuercas-Ibores.
Pues se ha dado un paso más en la defensa del patrimonio agroalimentario asturiano. Pero más allá de lo legal, esta IGP es una forma de honrar una tradición que se saborea en cada cucharada, en cada tostada, en cada cuajada…