
La relación entre la red social TikTok y la desinformación nutricional se han convertido en un tema de debate por considerarse una fuente de ‘información’ ampliamente utilizada por la Generación Z (personas nacidas entre 1997 y 2012), incluyendo cuestiones acerca de la salud y la alimentación. Hoy conocemos unas nuevas investigaciones del Fruit Juice Science Centre (FJSC) que muestran que para muchos jóvenes europeos, las redes sociales han superado a las fuentes oficiales como referencia principal para resolver dudas sobre nutrición, dietas y bienestar, con todos los riesgos que ello conlleva.
Fruit Juice Science Centre (FJSC) es una plataforma de divulgación que recopila estudios y revisiones sobre el zumo 100% de fruta. Su enfoque se orienta a poner contexto a debates que se han polarizado en redes, especialmente cuando se confunden conceptos como “azúcares añadidos” y “azúcares presentes de forma natural”.
¿TikTok es el nuevo “buscador” de salud para los jóvenes?
Según una encuesta realizada por el FJSC a más de 8.000 personas en diferentes mercados europeos, se ha producido un cambio evidente en los hábitos informativos. En el segmento de edad de 18 a 24 años, casi un tercio de los encuestados (32%) recurre a redes sociales como TikTok o Instagram para obtener consejos sobre alimentación y salud, superando incluso a fuentes oficiales como las páginas de los sistemas nacionales de salud, y cuando la búsqueda se centra concretamente en temas de nutrición, como las dietas especiales, las alergias o las intolerancias alimentarias, la cifra se incrementa hasta el 35%.
Los datos apuntan que sólo el 31% de los jóvenes (en el caso de Reino Unido) consulta webs oficiales como la del NHS (Servicio Nacional de Salud), un 10% acude a los medios de comunicación tradicionales, y sólo un 6% busca información en publicaciones que han sido revisadas por expertos en nutrición. Este desplazamiento hacia plataformas de consumo rápido y altamente visuales refleja una transformación profunda, y es que TikTok no sólo entretiene, también funciona cada vez más como un motor de búsqueda para temas que afectan directamente a la salud.
Como sabemos, el acceso masivo a contenidos no siempre equivale a una mejor información, de hecho, más de la mitad de los encuestados reconoce que se siente confundido por la enorme cantidad de información contradictoria que circula en internet. Recomendaciones contradictorias, afirmaciones sin respaldo científico y discursos extremistas, generan inseguridad sobre las pautas que hay que seguir realmente.
La dietista y divulgadora científica Dr. Carrie Ruxton, resume esa sensación generalizada mencionada, explica que con tanta información contradictoria es fácil sentirse abrumado y saber qué es realmente saludable. Reconoce que las redes sociales pueden ser una herramienta útil para despertar interés, pero hace hincapié en evitar que esta información sustituya al asesoramiento de profesionales cualificados, como los dietistas-nutricionistas. Este contexto de confusión informativa explica por qué a pesar del auge de TikTok, la confianza sigue estando claramente del lado de los expertos y profesionales. En el Reino Unido, el 82% de la población asegura confiar más en los profesionales de sanidad, mientras que un 24% confía en los influencers de redes sociales.

Mitos nutricionales amplificados por las redes sociales
Uno de los efectos más visibles de esta desinformación es la rápida difusión de los mitos alimentarios. Desde Fruit Juice Science Centre, junto a la Dra. Ruxton, se señalan varios mensajes que circulan con fuerza en TikTok y plataformas similares. Entre ellos, el más persistente es la idea de que el zumo 100% de fruta provoca “picos peligrosos” de azúcar en sangre. El problema de esta formulación es que simplifica y dramatiza: el zumo 100% de fruta no puede contener azúcares añadidos —algo expresamente prohibido por la legislación europea—, pero sí aporta azúcares presentes de forma natural que, al no conservar la matriz fibrosa intacta de la fruta entera, se consideran desde el punto de vista de la salud pública azúcares libres. Esto no significa que un vaso de zumo sea “peligroso” por definición, pero sí explica por qué puede generar una respuesta glucémica más rápida que la fruta entera, sobre todo si se toma de forma aislada, en grandes cantidades o como bebida habitual en lugar de acompañamiento puntual.
Los expertos recuerdan que el zumo no debe considerarse un sustituto de la fruta entera y que conviene tratarlo como una ración puntual dentro del conjunto de la dieta. En la práctica, esto se traduce en recomendaciones sencillas: raciones moderadas (en torno a 150 ml), preferiblemente acompañando a las comidas, y evitando el consumo frecuente “a sorbos” a lo largo del día, tanto por su potencial efecto sobre la respuesta glucémica como por la salud dental (la exposición repetida de los dientes a bebidas con azúcares y acidez no es una buena idea). En personas con diabetes, resistencia a la insulina u otras condiciones metabólicas, estas pautas deben individualizarse con el asesoramiento de un profesional sanitario.
En un plano similar, también se ha asentado la idea de que los batidos de proteínas son imprescindibles para estar sano o tener energía. En TikTok abundan los vídeos que los presentan como un requisito casi obligatorio, cuando en realidad, para la mayoría de las personas, las necesidades proteicas se cubren con la dieta habitual si ésta está mínimamente bien planteada. La suplementación puede ser útil en situaciones concretas, por ejemplo, en personas con requerimientos elevados por entrenamiento, en algunos perfiles con baja ingesta de proteína, o cuando la logística del día a día dificulta llegar a objetivos, pero no es una condición indispensable para estar bien. Como lectura complementaria, os recomendamos: El auge de los alimentos proteicos, ¿una tendencia saludable o una estrategia de marketing?
Otro terreno abonado para la desinformación son las dietas detox, las limpiezas a base de zumos o las bebidas “milagro”, incluidas las llamadas internal shower drinks. Aunque su popularidad sea enorme, no existe evidencia sólida de que estas prácticas “eliminen toxinas” o mejoren la salud por mecanismos especiales. El organismo ya cuenta con sistemas muy eficaces (hígado, riñones y aparato digestivo) para metabolizar, filtrar y excretar lo que corresponde. El problema no es sólo que prometan más de lo que pueden cumplir: además, médicos y profesionales de la nutrición advierten sobre estas dietas extremas porque pueden favorecer déficits nutricionales, desequilibrios electrolíticos y un rebote posterior por restricción excesiva. Si queréis profundizar, merece la pena retomar este post: Cinco verdades sobre los batidos detox, definitivamente son un fraude.

Y cuando ese mismo mecanismo de mensajes rotundos, promesas rápidas y contexto recortado da un paso más, ya no hablamos sólo de interpretaciones discutibles, sino de prácticas virales con riesgo real. Se pueden citar ejemplos como la dieta de la sardina o la geofagia (comer tierra), que muestran hasta qué punto algunas tendencias difundidas en redes pueden resultar peligrosas. En ambos casos se trata de conductas promovidas y amplificadas sin respaldo científico, a menudo por personas sin la formación ni el conocimiento adecuados. Quienes las adoptan se exponen a riesgos graves para la salud, desde deficiencias nutricionales y trastornos gastrointestinales hasta infecciones o exposición a metales pesados, además de la posible desestabilización o agravamiento de trastornos de la conducta alimentaria.
Todo un conjunto que demuestra que la viralidad no distingue entre información útil y consejos potencialmente dañinos, y la rapidez con la que se difunden estas “modas”, hace que millones de personas y especialmente los jóvenes, las conozcan y las imiten antes de adoptar un principio de precaución, buscar más información, realizar una reflexión crítica sobre las posibles consecuencias de estos consejos.
Ante este panorama, los expertos explican que no se trata de demonizar las redes sociales, lo ideal es aprender a utilizarlas con criterio. Es importante verificar quién está detrás de la información, priorizar aquellas fuentes con credenciales profesionales, desconfiar de las soluciones rápidas, y mantener una visión equilibrada de la alimentación, lo que conforma una estrategia clave para proteger la salud. Las evidencias científicas coinciden, los hábitos sostenibles a largo plazo tienen mucho más impacto que cualquier tendencia viral pasajera, una dieta variada, flexible y basada en alimentos naturales, unido al asesoramiento de profesionales, sigue siendo la base más sólida para el bienestar.
Sin embargo, conviene introducir una última reflexión crítica, y es que incluso plataformas de divulgación como el Fruit Juice Science Centre, cuyo trabajo se centra específicamente en el zumo 100% de fruta y que cuenta con una financiación procedente del propio sector, no están exentas de sesgos derivados de sus intereses. Aunque esto no es algo que invalide automáticamente los datos que difunden, sí obliga a contextualizar sus mensajes y a contrastarlos siempre con fuentes independientes.
En este sentido, resulta bastante llamativo y hasta cierto punto valiente, que el propio FJSC publique un artículo alertando sobre la desinformación nutricional en las redes sociales, cuando algunos de sus mensajes pueden incurrir en simplificaciones similares a las que ellos mismos critican, especialmente si no se incluyen todos los matices necesarios desde el punto de vista de la salud pública. Este ejemplo refuerza una idea determinante, la desinformación no siempre nace de la mala fe, también de los enfoques parciales y precisamente por esta razón es imprescindible mantener una mirada crítica, incluso con fuentes que se presentan como divulgativas o científicas como es el caso de FJSC.
El auge de redes como TikTok como fuente de información nutricional plantea un desafío que va más allá de lo individual, la industria alimentaria, las plataformas digitales, los profesionales sanitarios y los organismos públicos, comparten la responsabilidad de frenar la desinformación y promover mensajes claros que se basen en la ciencia y que estén adaptados a los nuevos formatos de consumo, pero en todos los canales, sean redes sociales o plataformas de divulgación científica. Además de este artículo publicado en la página de Fruit Juice Science Centre, podréis conocer todos los detalles del estudio a través de este documento (Pdf).
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