
Beber poca agua aumenta la reactividad del cortisol al estrés, y esto podría explicar por qué una hidratación insuficiente se asocia a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y mentales. Así se concluye en un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido).
Recordemos que anteriormente hemos hablado de otros estudios en los que se concluyó que una hidratación deficiente reduce la esperanza de vida, y que incluso una deshidratación leve puede alterar el estado de ánimo, lo que muestra la importancia de estar correctamente hidratados.
En este nuevo estudio los expertos seleccionaron a un grupo de 32 jóvenes adultos sanos con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años, que fueron divididos en dos grupos: quienes bebían agua en cantidades limitadas de forma habitual (un promedio de 1,3 litros al día con una variación de ±0,4 litros), y quienes bebían mucha agua (un promedio de 4,4 litros al día, con una variación de ±1,2 litros). Durante una semana se realizó un seguimiento de la ingesta de agua con botellas inteligentes y diarios de consumo de líquidos, también se realizaron análisis de orina y sangre para comprobar el estado de hidratación de los participantes.
Además, se llevó a cabo el Trier Social Stress Test (TSST), protocolo de laboratorio diseñado para provocar estrés psicológico de forma controlada, simulando una situación estresante real mediante una entrevista laboral ficticia, así como ejercicios de cálculo mental ante un grupo de observadores. Hay que decir que se considera que este método es uno de los más fiables para medir cómo responde el organismo al estrés agudo.
Los investigadores explican que tras las pruebas, aunque ambos grupos de estudio mostraron el mismo incremento en la frecuencia cardiaca y en los niveles de ansiedad, las hormonas reaccionaron de un modo muy distinto. El primer grupo con una ingesta reducida de agua o líquidos, tuvo un aumento significativo de cortisol, que como sabemos es el principal marcador hormonal del estrés. Según los datos, en promedio, los que bebían menos agua tuvieron una subida de 6,2 nmol/L (cortisol), mientras que en los participantes bien hidratados el incremento fue de 4,0 nmol/L.
El análisis estadístico mostró que la diferencia entre los grupos no fue casual, sino muy marcada, en otras palabras, no sólo fue importante desde el punto de vista de los números, también tiene un peso real en la salud. Además, el grado de hidratación medido por la concentración y el color de la orina, guardó una estrecha relación con la magnitud del aumento de cortisol (R = 0,7, p < 0,001). Es decir, quienes tenían la orina más oscura antes del test, tuvieron una respuesta más marcada de cortisol.

Los investigadores explican que el vínculo se explica por la hormona vasopresina, responsable de regular la conservación del agua en los riñones. Cuando el cuerpo detecta déficit hídrico, se incrementa la liberación de la vasopresina, favoreciendo la retención de líquidos y activando la hipófisis o glándula pituitaria (cuya función principal es producir y liberar hormonas que regulan procesos vitales) para liberar ACTH, una hormona que estimula la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales.
Los expertos comentan que este descubrimiento es relevante porque una reactividad exagerada del cortisol, se ha asociado en estudios previos con un mayor riesgo de enfermedad coronaria, con el desarrollo de diabetes tipo 2 y con mayor posibilidad de padecer depresión y otros trastornos de salud mental. Los investigadores explican que si bien el estudio fue transversal y no pudo probar causalidad, sí proporciona una explicación plausible de por qué las personas que beben poca agua suelen tener peor salud a largo plazo. Este estudio da lugar a que se desarrollen nuevas investigaciones, los responsables de este trabajo recomiendan llevar a cabo futuros ensayos clínicos que analicen si el aumento de la ingesta de líquidos podría reducir la reactividad del cortisol y, por tanto, el riesgo de desarrollar o agravar ciertas enfermedades.
Los expertos apuntan que mantener una correcta hidratación no es sólo cuestión de energía o de concentración, también es la modulación de la respuesta de nuestro organismo al estrés. Se recomienda que las mujeres beban alrededor de 2 litros diarios de líquidos y los hombres unos 2’5 litros, y se invita a la población a autoevaluar su estado de hidratación mediante la observación del color de la orina, si el tono es claro es señal de que hay un buen equilibrio.
Este estudio aporta la primera evidencia directa de que beber poca agua incrementa la reactividad del cortisol al estrés o dicho de otro modo, que la falta de hidratación podría “preparar” al organismo para reaccionar de forma exagerada ante desafíos cotidianos, algo que se podría prevenir simplemente llevando siempre una botella de agua para beber (leer el post Recomendaciones para estar bien hidratados), lo que se considera un hábito protector frente al impacto del estrés en la salud a largo plazo.
Podéis conocer todos los detalles de este interesante estudio a través de este artículo publicado en la página de la Universidad John Moores de Liverpool, y de forma más extensa en este otro publicado en Journal of Applied Physiology.
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