Fraude del bacalao en Dinamarca

Una nueva investigación pone al descubierto el fraude que se comete con el bacalao en Dinamarca, hasta el 18% del bacalao que se comercializa es en realidad eglefino o carbonero, especies de menor valor comercial que comparten muchas similitudes con el bacalao.

Investigación Oceana

El fraude en los productos marinos es una constante en muchos países, cada año podemos conocer nuevas investigaciones que ponen al descubierto la comercialización de especies que no corresponden con lo indicado en la etiqueta alimentaria, podemos citar por ejemplo casos como el fraude del bacalao en Irlanda y en Reino Unido, el fraude de la merluza en España o el fraude del salmón y el bacalao en Estados Unidos entre otros. Como sabemos, este tipo de prácticas tiene como objetivo ofrecer al consumidor pescado de menor valor comercial y de precio más bajo, obteniendo mayor rentabilidad al identificarlo como un pescado de mayor valor comercial.

Hoy conocemos una nueva investigación desarrollada por Oceana, el periódico danés Søndagsavisen y el programa de televisión Go’Aften Denmark, que pone al descubierto el fraude del bacalao en Dinamarca. Las pescaderías danesas comercializan especies como el eglefino (Melanogrammus aeglefinus) o el carbonero (Pollachius virens) como si fueran bacalao, son peces que se pueden confundir por su similitud, y eso que el bacalao es uno de los pescados blancos más populares del país. El equipo de investigación recogió 120 muestras de supuesto bacalao en pescaderías, restaurantes y supermercados de Copenhague para realizar un análisis de ADN y verificar su realmente se trataba de bacalao.

Este tipo de fraudes con los productos marinos están muy extendidos, lo que demuestra claramente que se ha de trabajar más para garantizar que lo que se compra corresponde con lo indicado en la etiqueta alimentaria. También ponen al descubierto los agujeros del sistema de trazabilidad y de los certificados de cadena de custodia en Dinamarca, estos son certificados que acreditan la trazabilidad de los pescados y mariscos en toda la cadena de suministro, garantizan a minoristas, comercios, restaurantes y consumidores que los productos marinos cumplen la normativa de sostenibilidad de los programas de pesca sostenible.

Como decíamos, esta práctica es una constante y prácticamente no se libra ningún país europeo de ella, la razón es la debilidad del sistema de trazabilidad y los pocos controles que realizan las autoridades responsables del etiquetado del pescado. Ya no se trata sólo de defraudar a los consumidores, este problema crea un agujero en el mercado que permite introducir capturas ilegales que afectan a los esfuerzos que se realizan a nivel mundial para la conservación de diferentes especies. Al respecto os recomendamos retomar la lectura del post sobre la pesca ilegal en África occidental.

En este estudio se ha podido constatar que el 18% de las muestras estaban etiquetadas de forma fraudulenta, no es que sea un nivel elevado de fraude teniendo en cuenta los resultados de otros países, en el caso de Irlanda y en Reino Unido el porcentaje alcanzaba el 28%, si hablamos de la merluza de España, casi el 40% estaba mal etiquetada, tanto por el nombre científico de la especie como por su origen geográfico.

Para Oceana es lamentable que se engañe a los consumidores daneses haciéndoles creer que compran bacalao, pagando un sobreprecio por especies como el carbonero o el eglefino. Los consumidores tienen derecho a saber qué especies compran, dónde y cómo se han pescado, a fin de que puedan tomar decisiones más respetuosas con el medio ambiente. Pero mientras no cambie el sistema este problema persistirá, aunque ya se conoce desde hace años y existen medios para acabar con esta práctica, parece que poco se hace al respecto.

Antaño se adquirían más piezas enteras de pescado y era fácil detectar de qué especie se trataba, pero con los cambios que ha sufrido el mercado a causa de las necesidades de la sociedad, el pescado se comercializa en porciones, sean filetes, medallones… son productos difíciles de identificar y los consumidores confían (cada vez menos, quizá) en el etiquetado. En definitiva, mientras no se realicen los cambios necesarios, seguiremos corriendo el riesgo de ser defraudados al comprar un tipo de pescado que no es el que ‘nos venden’. A través de Oceana podréis conocer más detalles sobre la investigación.

Foto | Sporkist

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