Aumentan las alertas alimentarias en Europa, qué significan y por qué no debes alarmarte

Durante el año 2024 se registró un aumento significativo en las alertas alimentarias en Europa según los datos proporcionados por la Comisión Europea, un incremento que ha generado inquietud entre los consumidores y los profesionales del sector, pero hay que decir que este hecho también ofrece una lectura positiva, y es que el sistema europeo de control alimentario funciona y cada año se refuerza.

Hay que entender qué son las alertas alimentarias, cómo se comunican y sobre todo por qué cada vez se producen más, algo que no implica necesariamente mayor peligro, en todo caso quiere decir que hay una mayor vigilancia, así lo afirman los responsables de los sistemas de alerta. Una alerta alimentaria es un aviso oficial sobre un determinado alimento que puede suponer un riesgo para la salud humana o animal, estas alertas son coordinadas a través de la Red de Alerta y Cooperación (ACN) que agrupa dos herramientas de importancia.

Estas herramientas son el RASFF (Rapid Alert System for Food and Feed), un sistema rápido de alerta para alimentos y piensos, que notifica los riesgos detectados y permite que se den respuestas rápidas, como por ejemplo retirar los productos afectados del mercado. La otra herramienta es la AAC (Administrative Assistance and Cooperation Network), una red de asistencia administrativa entre países, que se utiliza principalmente cuando existe sospecha de fraude o irregularidades pero sin riesgo inmediato para la salud.

Bien, el caso es que en el año 2024 se registraron 9.460 notificaciones, lo que supone un incremento del 8 % sobre las alertas registradas en el año 2023. De todo el conjunto, 5.250 alertas se emitieron en el RASFF, suponiendo un aumento del 12% sobre los datos de 2023, en cambio, el número de alertas del AAC se mantuvo estable. Casi 550 alertas se activaron por fraude alimentario, un problema creciente que implica la falsificación, sustitución o adulteración de alimentos sin que necesariamente haya un riesgo sanitario para la salud. Un ejemplo caro de ello, es el Informe sobre la autenticidad de las hierbas aromáticas y especias que se comercializan en la Unión Europea, donde podemos ver por ejemplo que el orégano se suele adulterar con hojas de olivo y hojas de zumaque molidas.

¿Si hay más alertas alimentarias es porque se han reducido los controles?

La percepción de que aumentan las alertas alimentarias no significa que se hayan reducido los controles o se produzcan más errores, la realidad es que se detectan y comunican más que antes, algo que asegura el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Miguel Ángel Lurueña. El experto explica que vivimos en una era de mayor transparencia gracias a los sistemas de control y a la difusión que se realiza en las redes sociales y los medios de comunicación.

El aumento de las alertas es una muestra de la vigilancia continua de los sistemas de seguridad alimentaria, y no de una reducción en los controles. Según los expertos, el verdadero problema se encuentra en la falta de comunicación clara por parte de algunas empresas o autoridades responsables…. En esto no estaríamos del todo de acuerdo, recordemos ejemplos como los huevos con fipronil, en este caso el sistema de trazabilidad no funcionó e inicialmente se informó que no existía ningún riesgo y posteriormente se emitió la alerta.

En muchas ocasiones los consumidores se enteran de las alertas alimentarias por fuentes no oficiales o incluso demasiado tarde, algo que contribuye a la desconfianza, a pesar de que los productos afectados en la mayoría de los casos ni siquiera llegan a comercializarse. Recordemos que desde hace años, la organización de consumidores Foodwatch asegura que la UE no protege a los consumidores de los escándalos alimentarios, aportando muchos argumentos de peso.

¿Qué productos alimenticios generan más alertas alimentarias?

Los alimentos de mayor riesgo en 2024 fueron:

Frutas y verduras: acapararon el 16 % de las alertas y principalmente por la presencia de residuos de pesticidas como clorpirifós, acetamiprid y dimetoato, destacando que el 84 % de esas alertas procedían de terceros países, siendo Turquía y Egipto los principales países asociados a las alertas. Por cierto y como información complementaria, merece la pena retomar la lectura del post ¿Qué riesgo real suponen los pesticidas en los alimentos? Lo que revela el último informe de la EFSA .

Frutos secos y semillas: acaparan entorno al 7 % de las alertas destacado como productos más notificados los cacahuetes, los pistachos y las semillas de sésamo sobre todo por la presencia de micotoxinas y salmonella.

Carnes y productos cárnicos: acapararon el 10 % de las notificaciones, siendo la detección de la salmonella (principal patógeno) que activó el sistema de alarma, especialmente en la carne de ave, cerdo y vacuno, aunque también se detectaron otros patógenos como la listeria monocytogenes, la E. coli y la Campylobacter. Sobre los países que más alertas generaron, el sistema apuntó a Polonia y Brasil como países de con un mayor número de incidencias.

Suplementos y alimentos dietéticos: Suponen el 7 % de las notificaciones y muchas de estas alertas se generaron por la contaminación microbiana sea por salmonella o por cronobacter, pero tambien por el uso de ingredientes no autorizados en la Unión Europea. Según los sistemas de alerta, China y Estados Unidos fueron los principales países origen.

Productos lácteos y pescado: cada grupo alimentario generó entre el 3 % y 4 % de las alertas. En los lácteos destaca un brote de Yersinia enterocolitica en queso de cabra crudo que fue distribuido en más de 30 países, y en el pescado, el principal problema fue el incumplimiento de la cadena de frío y la presencia de mercurio e histamina.

El impacto del fraude alimentario y la necesidad de crear nuevas categorías

Además del riesgo físico o microbiológico, están aumentando las alertas por fraude alimentario al que los consumidores estamos continuamente expuestos. Se trata de un problema que quizá no implica un peligro sanitario directo, pero sí una grave falta de transparencia y trazabilidad, por lo que es importante redefinir qué es una alerta alimentaria y cómo debe comunicarse. Investigaciones recientes proponen clasificar las alertas en cinco tipos: fraude, contaminación, error informativo, causas tecnológicas y causas microbiológicas, siendo una categorización que ayudaría a mejorar la gestión de riesgos y evitar un alarmismo innecesario.

Los expertos aseguran que sí, aunque recordemos que la seguridad absoluta no existe, cierto es que nunca antes hemos contado con un sistema de control tan amplio y supuestamente efectivo como el actual, pero tambien es cierto que hay que seguir mejorándolo. La clave está en prevenir y en actuar rápido cuando aparece un problema, y tenemos algunos ejemplos de que en ocasiones no ha sido así. Los expertos comentan que la industria alimentaria aplica sistemas como el APPCC (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control), que identifican y controlan los momentos clave del proceso de producción, pero tambien se producen errores.

Los consumidores pueden consultar directamente la web de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), donde se publica toda la información oficial sobre alertas alimentarias. Como ya hemos explicado en otras ocasiones, la Red de Alerta Alimentaria nacional e internacional está diseñada para realizar un intercambio de información muy rápida cuando existe un posible riesgo directo o indirecto para la salud, y la AESAN es la coordinadora de esta red en España.

En definitiva y como leemos aqui, para los expertos el aumento de alertas alimentarias en Europa no debe percibirse como un síntoma de más riesgo y peligro, debe verse como una muestra del funcionamiento de los sistemas de control. Los datos muestran que hay una vigilancia activa y constante, aunque organizaciones como Foodwatch apuntan la necesidad de mejorar el sistema con más transparencia, una correcta categorización y una comunicación más rápida y eficaz, y un mayor número de controles como claves para que los consumidores puedan confiar en los alimentos que adquieren.

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