Polémica por el informe de The Lancet sobre los alimentos ultraprocesados

Se ha generado una polémica por el informe de The Lancet sobre los alimentos ultraprocesados que ha devuelto a la primera línea un debate que ya tiene algunos años de historia, y es que pocas veces se había generado un enfrentamiento tan directo entre la ciencia y la industria. La nueva serie publicada por la prestigiosa revista británica de la que hablábamos en el post ‘Alimentos ultraprocesados: es hora de priorizar la salud sobre los beneficios económicos‘, vincula el consumo regular de alimentos ultraprocesados con daños potenciales en la salud y un aumento del riesgo de padecer enfermedades crónicas.

Pero en esta ocasión los científicos van más allá, piden regulaciones estrictas, fronteras claras entre la industria alimentaria y las políticas públicas, e incluso nuevos modelos de clasificación sanitaria basados en los aditivos y los marcadores de procesamiento. Como era de esperar, las reacciones de la industria alimentaria no se han hecho esperar.

Como ya leíamos en el mencionado post, The Lancet ha endurecido su postura acerca de los aditivos, los patrones alimentarios y la salud pública. Los expertos aseguran que los alimentos ultraprocesados no son sólo un problema nutricional, es el reflejo de un sistema alimentario mundial que favorece lo barato, lo inmediato y lo atractivo sensorialmente frente a los alimentos frescos o mínimamente procesados. Según los investigadores, este tipo de productos desplaza la diversidad de la dieta, generando dependencia sensorial a través de los sabores, las texturas y los aromas diseñados para ser irresistibles.

Dicho informe insiste en que la preocupación no puede limitarse al contenido de azúcar, sal o grasas saturadas, hay indicios de que ciertos aditivos como los emulsionantes, los colorantes o los potenciadores del sabor, podrían modificar la microbiota, aumentar la inflamación o alterar las funciones metabólicas. El problema, según The Lancet, es sistémico, se trata de un modelo que impacta en la salud, la equidad social y el medio ambiente, basado en cadenas de producción dependientes de los monocultivos, los combustibles fósiles y las grandes corporaciones.

Por ello, los investigadores propusieron tomar medidas urgentes y drásticas como unos impuestos específicos, unas restricciones publicitarias sobre todo para la infancia, la introducción de etiquetas con advertencias visibles, y una regulación clara que identifique los aditivos y los marcadores de procesamiento como señales de riesgo sanitario.

La industria alimentaria se defiende con dureza del informe, concretamente el sector alimentario europeo y el británico. Desde FoodDrinkEurope, la Federación de Alimentos y Bebidas del Reino Unido y organizaciones como IFBA International Food & Beverage Alliance (Alianza Internacional de Alimentos y Bebidas), aseguran que el concepto de “ultraprocesado” es demasiado vago, que carece de consenso científico y que agrupa productos alimenticios que no tienen nada que ver entre sí.

Afirman que colocar en un mismo saco una salsa de tomate, un pan integral industrial, un cereal enriquecido o una fórmula infantil, es una visión reduccionista que puede generar más confusión y no aportar claridad. La directora de información nutricional de FoodDrinkEurope, resume esta preocupación con determinación, si un simple ingrediente basta para etiquetar un alimento como ultraprocesado y en teoría perjudicial, la discusión pierde rigor y se corre el riesgo de penalizar opciones alimentarias asequibles y nutritivas.

La industria denuncia que ese tipo de categorías podrían poner en peligro alimentos clave para las familias que cuentan con presupuestos ajustados o con poco tiempo para cocinar. A esto se suma otro argumento que ha sido recurrente, y es que afirman que durante años, los fabricantes han reformulado sus productos para reducir el contenido de sal, azúcar, grasas saturadas y calorías, y aumentar el contenido en fibra, micronutrientes y proteína. Para la industria alimentaria, el verdadero foco regulatorio debe ser la calidad nutricional y no el método de fabricación.

Choque de modelos: nutrición vs procesamiento

El enfrentamiento entre ambas visiones nos muestra algo más profundo que un simple desacuerdo técnico. The Lancet defiende que el procesamiento intensivo y su lógica económica son parte del problema, abaratan el producto, aumentan la adicción sensorial y consolidan una estructura de mercado donde unos pocos controlan gran parte de los alimentos que se consumen en el mundo. Por el contrario, para la industria, centrarse en el procesamiento es algo simplista y desvía la atención de lo que es realmente determinante, los nutrientes, las raciones y los hábitos de consumo.

Algunas voces del sector de la industria lamentan que este debate mediático se haya polarizado hasta el punto de que alimentos como las alubias en conserva o unas verduras congeladas, aparezcan en listas de productos que se deben vigilar, por lo que consideran que es un riesgo para la credibilidad de las recomendaciones de salud pública.

Más allá de las instituciones, algunos expertos del ámbito industrial y de la innovación alimentaria, apuntan que el debate es duro, pero está moviendo cosas. Empresas del segmento de la alimentación con ingredientes vegetales 100% como, por ejemplo, la marca británica THIS, explican que la presión mediática sobre los alimentos ultraprocesados les ha llevado a reformular productos, simplificar las listas de ingredientes y reforzar los equipos de nutrición. Para esta empresa el procesamiento no determina si un alimento es saludable, su nuevo producto “Super Superfoods” elaborado con proteínas naturales y unas listas de ingredientes muy cortas, es un ejemplo de cómo un producto técnicamente ultraprocesado puede proporcionar un perfil nutricional de gran valor.

Otros profesionales del desarrollo de productos alimenticios industriales recuerdan que este sector siempre ha respondido a las demandas del consumidor. Por ejemplo, en los años 90 se exigían productos bajos en calorías, actualmente se exigen proteínas y clean label, etiquetas con listas de ingredientes simples, cortas y fácilmente comprensibles. Esa evolución constante demuestra, según estos profesionales, que el procesamiento no es sinónimo de peligro, sino una herramienta que bien utilizada, puede mejorar la seguridad y la accesibilidad alimentaria.

El caso es que la controversia generada por la publicación de The Lancet muestra lo lejos que estamos de alcanzar un consenso global sobre los alimentos ultraprocesados. Mientras los investigadores piden medidas contundentes, la industria insiste afirmando que eliminar o penalizar categorías alimentarias enteras, puede encarecer la cesta de la compra, reducir la disponibilidad de opciones saludables y generar un rechazo social. Lo cierto es que el consumidor está cada vez más confundido, la definición de ultraprocesado sigue siendo difusa y no todos los productos de esta categoría son equivalentes. Tampoco es posible ignorar que millones de personas dependen de estos alimentos por precio, comodidad y accesibilidad. Hay que recordar que algunos investigadores y expertos consideran que los alimentos ultraprocesados ofrecen numerosos beneficios para la salud humana y el planeta.

Lo que no parece discutible es el hecho de que la alimentación del futuro necesitará un equilibrio distinto. No se trata sólo de señalar culpables, se debe rediseñar un sistema que garantice dietas más saludables, transparentes y sostenibles. Por lo que la pregunta es cómo conseguirlo sin perder de vista la complejidad del mundo real, desde las familias con pocos recursos económicos, hasta las innovaciones que podrían transformar completamente lo que hoy entendemos como un alimento ultraprocesado.

Podéis conocer más detalles de la contestación de la industria alimentaria a la publicación de The Lancet a través de este artículo publicado en la página Food & Drink Europe.

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