Alimentar al planeta en el año 2050 con una dieta vegetal

Para el año 2050 se estima un incremento poblacional de unos 2.300 millones de habitantes, la mayor parte en los países en vías de desarrollo. La población mundial total rondará los 9.000 millones de habitantes, esto es motivo de preocupación de numerosos expertos, que proponen soluciones para poder alimentar a todo el mundo. Se ha hablado en varias ocasiones de incrementar la producción alimentaria como mínimo en un 70%, sin embargo, es un reto complicado, recordemos que un estudio concluía que no se podría aumentar el rendimiento de los cultivos, siendo imposible satisfacer las necesidades alimentarias en el año 2050.

Citamos este post sobre el rendimiento agrícola como introducción a los argumentos de algunos investigadores que aseguran que será necesario alimentar al planeta en el año 2050 con una dieta vegetal, es decir, una dieta donde predominen los alimentos vegetales, a fin de poder mantener el bienestar de los seres humanos y cuidar el medio ambiente. Según los expertos, no se pueden obviar los beneficios que ofrece una dieta vegetariana, un Índice de Masa Corporal (IMG) más bajo, menores riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, sufrir obesidad, etc. A esto hay que sumar la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, hablando de la reducción de estas emisiones, recordemos que otros investigadores plantean que se aplique un impuesto de la carne a nivel global para reducir su consumo y por ende, la emisión de clorofluorcarbonos, dióxido de carbono, óxido de nitrógeno o metano entre otros.

Joan Sabaté, profesor en el Departamento de Nutrición de la Universidad de Loma Linda (California), explica que la industrialización de la agricultura ha resultado ser una forma muy ineficiente de producir alimentos, argumenta que los métodos de cultivo tradicional que estaban presenten en los países occidentales hace dos siglos, eran más eficientes, barbecho, uso de estiércol como abono y otras cuestiones permitían una sinergia, un equilibrio entre cultivos y animales. Por el contrario, el actual sistema es mayoritariamente de monocultivos, la producción de animales es intensiva y especializada, el estiércol se ha sustituido por otros fertilizantes, etc. Esto ha provocado que desaparezca esa sinergia y derive en graves problemas ecológicos, así como en sistemas alimentarios altamente ineficientes.

Hablando de la producción de carne, el experto explica que genera menos nutrientes y energía que la producción de vegetales, al menos en el modelo actual. Cita como modelos eficientes aquellas tierras que no son aptas para el cultivo y que se destinan al pasto de los animales, aunque representa un porcentaje muy pequeño, no se puede obviar su eficiencia. En el contexto medioambiental, una de las formas más efectivas de reducir la emisión de metano que se libera a la atmósfera, sería reducir la población mundial de ganado rumiante, lo que derivaría en una reducción del consumo de carne y por tanto, de la emisiones contaminantes.

Para otros expertos, las recomendaciones que se realizan para cambiar nuestra dieta para ser más racionales a nivel ambiental, tienen una visión muy reducida de lo que es en realidad la sostenibilidad. El vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional de Lácteos (NDC) explica que el sistema alimentario sostenible debe contemplar la producción de lácteos y derivados, esta producción representa un 2’7% de las emisiones globales de gases contaminantes, porcentaje que se aleja del correspondiente a la emisión de la industria ganadera cifrada en un 14’5%, es decir, no se puede englobar a toda la ganadería, el concepto de sostenibilidad es mucho más amplio que el impacto medioambiental.

No se puede centrar el tema en un solo factor, en una dieta saludable y sostenible intervienen muchos factores, la sensibilidad cultural, la gestión del agua y los recursos naturales, las emisiones contaminantes en todo su espectro, etc. Greg Miller explica que el 75% de la alimentación del ganado está formada por alimentos que el ser humano no puede consumir, algo que seguramente algunos lectores cuestionarán, recordemos que se producen grandes cantidades de soja en el mundo para elaborar piensos, se utilizan otras semillas y otros productos aptos para el consumo humano, destinados a alimentar a los animales. Miller explica que los animales son grandes conversores de subproductos vegetales (y de otros alimentos que no podemos consumir) en proteínas de alta calidad, declaraciones lógicas en boca de alguien que trabaja con ganado. El caso es que se habla de la producción de lácteos y de los beneficios que aportan estos alimentos al organismo humano, fuente y complemento necesario en una dieta en la que predominen los alimentos vegetales.

Joan Sabaté apunta como prioritario cambiar la industria alimentaria para que sea más eficiente o cambiar el tipo de alimentos que se producen, según el experto sólo se puede tomar uno de estos dos caminos, hacer más eficiente el sistema de producción con nuevas tecnologías que permitan gestionar mejor el agua o las emisiones contaminantes, o cambiar los alimentos que se producen. Se defiende Greg Miller explicando que la industria lechera es la que más esfuerzos ha realizado para reducir las emisiones de carbono, pero además siguen trabajando para mejorar la eficiencia y la productividad en la cadena alimentaria. El profesor de la Universidad de Loma Linda explica que si se logra cambiar la demanda alimentaria por parte de los consumidores, forzosamente la producción cambiará, si todo el mundo reduce el consumo de carne o deja de comprarla, la producción disminuirá drásticamente, se reducirán los recursos que se destinan a ella, las emisiones de gases de efecto invernadero, y por supuesto, se contaría con más tierra de cultivo para la producción de alimentos vegetales, básicamente lo que explicaban los investigadores que proponían implantar un impuesto global en la carne.

Admite el profesor que es bastante utópico, pero realiza una comparativa con la trayectoria sobre la política del tabaco durante los últimos 50 años, en Estados Unidos se ha pasado de un consumo de tabaco de más de la mitad de la población masculina a menos de un 17% en la actualidad. 50 años de política y lucha han logrado cambiar un hábito de consumo, quizá si se aborda de la misma manera la producción de carne, se logre el mismo resultado. Advierte que a menos que se inicie una política para reducir el consumo de carne, los problemas se irán agravando a medida que pasen los años. Se ha de asociar la idea de un país rico con la producción de alimentos vegetales y no con la carne.

En este artículo que hemos leído en Food Navigator faltan los argumentos de los productores de carne, el sector lácteo se podría salvar, ya que su modelo de negocio es diferente. Desde hace muchos años se habla de la reducción del consumo de carne y del impuesto de la carne, recordemos que países como Suecia ya lo han propuesto, quizá terminen secundándolo otros países. Por otro lado, el tema es realmente complejo, por mucho que se trabajara en la reducción de la producción cárnica, muy difícil sería alimentar al planeta en el año 2050 con una dieta mayoritariamente vegetal.

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