La EFSA expresa su preocupación por la seguridad de los sulfitos

En el año 2016 la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) expresó su intención de volver a analizar la seguridad de los sulfitos, un tipo de aditivos utilizados por la industria alimentaria que, aunque considerados hasta entonces seguros, había que despejar algunas lagunas de conocimiento a fin de poder confirmar 100% que eran totalmente seguros para los consumidores.

Pues bien, ya han pasado varios años y el tema sigue sin ser resuelto, de hecho, la EFSA expresa su preocupación por la seguridad de los sulfitos, especialmente en los que se incluyen en muchos productos alimenticios, por ejemplo, el sulfito de sodio (E 221), el bisulfito de potasio (E 228) o el dióxido de azufre (E 220), aditivos que han sido evaluados recientemente, pero recordemos que hay muchos más pendientes.

En su momento se anunció la puesta en marcha de una re-evaluación, cuyo trabajo tendría una duración de al menos cinco años, en ella se tendría en cuenta toda la documentación científica existente hasta el momento, además de poner en marcha otras investigaciones con el propósito de cubrir esas lagunas de conocimiento, pero parece que poco se ha avanzado, así se puede deducir tras conocer las declaraciones del panel de expertos.

El caso es que los responsables del Panel de Aditivos Alimentarios y Saborizantes de la EFSA, comentan que los datos de toxicidad disponibles hasta la fecha son insuficientes y no se puede determinar un nivel de Ingesta Diaria Admisible (IDA). Lo que sí se ha hecho es calcular el margen de exposición en base a la ingesta dietética y dosis que se asocia a efectos neurológicos en las pruebas realizadas con animales.

El Panel de Aditivos Alimentarios y Saborizantes concluye que las lagunas de conocimiento relacionadas con la toxicidad de los sulfitos, hacen que no se pueda confirmar el alcance de ciertos efectos adversos de su ingesta para la salud. Se considera que para los consumidores que abusan de alimentos con sulfitos, sus ingestas superan potencialmente lo que se consideraría seguro, hasta en un 12’5% en el caso de menores de 3 a 10 años, y en un 60% en el caso de los consumidores adultos.

Como ya explicamos en su momento y según la reglamentación establecida, la ingesta diaria aceptable se sitúa en 0’7 miligramos de sulfitos por kilo de peso corporal, valor que cubre los diferentes sulfitos combinados, pero la verdad es que la exposición a los diferentes tipos de sulfitos supera en muchas ocasiones la ingesta diaria aceptable.

Por ejemplo, para los que beben vino habitualmente, los sulfitos están de forma natural en esta bebida en bajos niveles, pero la industria vitivinícola suele añadir más de forma artificial con el objetivo de mejorar la conservación del vino. Los sulfitos tienen la capacidad de inhibir el moho y las bacterias, además, preservan el aroma y evitan la oxidación de la bebida. Si al vino le sumamos otros alimentos que contienen sulfito y que también son parte de la dieta diaria, es muy probable que se supere la ingesta máxima admisible.

Entre algunas de las conclusiones que se han obtenido, se destacan las evidencias que apuntan a efectos adversos para la salud del sistema nervioso central, y en concreto una respuesta tardía de las células nerviosas a diferentes estímulos, lo que indica un signo temprano de disfunción del sistema nervioso. Los investigadores manifiestan que es necesario investigar en profundidad la intolerancia o la hipersensibilidad que tienen algunos consumidores a estos aditivos, ya que es otra de las lagunas de conocimiento existentes.

Nos sorprende que después de varios años apenas se haya avanzado en el tema, y si tenemos en cuenta que se han constatado efectos adversos, quizá deberían incrementar los esfuerzos para despejar las incógnitas, pero ya sabemos que la EFSA se queja de la falta de tiempo y personal, algo que la Unión Europea debería subsanar. Podéis conocer más detalles de la evaluación a través de la página oficial de la EFSA, y a través de este artículo en el que se dan todos los detalles del trabajo.

Foto 1 | L.C. Nøttaasen
Foto 2 | Scott Blackwell

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