Las calorías de las etiquetas alimentarias son engañosas

Hoy conocemos una noticia que sigue el hilo del tema que tratábamos hace unos días en el post ¿Son ciertas las calorías indicadas en las etiquetas de los alimentos?, al parecer, en la reunión anual que tiene en Boston (Estados Unidos) la AAAS (Asociación Americana para el Avance de la Ciencia), una organización internacional sin ánimo de lucro que promueve la cooperación científica y fomenta el apoyo, la educación y la divulgación científica, se advierte que las calorías de las etiquetas alimentarias son engañosas, se subestima el contenido energético de los alimentos procesados y se exagera el perteneciente a las materias primas que componen el producto.

Según los expertos, el fallo en el cálculo de las calorías que tiene un alimento procesado puede llevar a un margen de error de hasta un 30%. El grupo de especialistas advierte que el sistema que actualmente se utiliza es erróneo y que por tanto, no se informa correctamente a los consumidores sobre el contenido calórico real. Pero parece ser que de esto ya se tenía constancia y a pesar de ello no se han realizado los cambios oportunos, se ha seguido utilizando el sistema o factor Atwater, un método que se desarrolló a finales del siglo XIX y principios del siglo XX por el químico estadounidense Wilbur Olin Atwater, de ahí su nombre. Con él se calcula la energía disponible en los alimentos, es una alternativa utilizada a la medición directa y por tanto se reconoce que pueden producirse resultados que difieren de los arrojados por una evaluación directa.

Geoffrey Livesey, un bioquímico nutricional que asesora a la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura) en cuestiones de normativa de etiquetado de los alimentos, declara que se está engañando a los consumidores, se están promocionando alimentos por su contenido calórico que podrían no ser tan saludables. Los expertos explican que no se tiene en cuenta el poder calórico de otros grupos de alimentos, por otro lado, según las evaluaciones gubernamentales y los estándares energéticos de los alimentos, arrojan datos como que el valor calórico de un alimento es el mismo tanto si es crudo como si se ha sometido a un proceso de cocción.

Con respecto a este tema, algunos expertos explican que determinados alimentos crudos o cocinados proporcionan más o menos calorías, remarcan que las diferencias reflejadas sobre éstas varían en un rango de entre un 10 y un 30%. Sobre el tema del contenido calórico aseguran que existe mucha desinformación y para los consumidores (especialmente los que cuidan la dieta y la ingesta calórica) es vital que se ofrezca una información correcta. Hay que trabajar en nuevas líneas de investigación que puedan ofrecer respuestas y recomendaciones más veraces.

Cuando se trata de perder peso, una caloría es una caloría, la tabla calórica acompaña a nutricionistas, reguladores de alimentos, dietistas, sea en Europa o en Estados Unidos, pero se ha utilizado un método incorrecto durante más de un siglo en el cálculo aunque este se haya actualizado algo, especialmente si hay que comparar alimentos crudos o cocinados, este ha sido el consenso al que han llegado los expertos indicando que no se suman correctamente las calorías de los alimentos procesados. Retomamos el post citado anteriormente ¿Son ciertas las calorías indicadas en las etiquetas de los alimentos?, en él podíamos ver un ejemplo con dos yogures que tienen diferentes ingredientes, la base láctea es la misma, pero no es lógico que a pesar de ser ingredientes dispares con una clara diferencia en lo que respecta al aporte calórico (como por ejemplo las avellanas y el kiwi), se muestre el mismo volumen de calorías, sobre todo si sabemos que 100 gramos de fresas tienen unas 32 kcal. y 100 gramos de avellanas unas 650 kcal.

Parece evidente que algo falla, los propios científicos reconocen que el actual sistema de evaluación calórica posiblemente sea erróneo. Nos hablan de otro ejemplo y citan el muesli, aunque se trata de un alimento sano, los investigadores saben desde hace más de 20 años que tiene un contenido calórico, sin embargo siguieron utilizando el sistema de evaluación antes mencionado indicando que esa fibra no es digerible y por tanto su contribución calórica es poco significativa. Por ello, los consumidores han estado ingiriendo más calorías de lo que creían, especialmente si las comidas eran ricas en fibra. Una prueba de que se reconoce el error, es que a partir del año que viene la normativa europea del etiquetado de alimentos obligará a que los fabricantes añadan dos calorías por cada gramo de fibra utilizado en un alimento procesado. El sistema Atwater no ha tenido en cuenta la caloría aportada por la fibra y tampoco ha tenido en cuenta las diferencias entre el aporte de alimentos en crudo o cocinados, el resultado es que las calorías de las etiquetas alimentarias no son correctas.

En el artículo de Science nos ofrecen varios ejemplos sobre cálculos erróneos de calorías alimentarias, no se han tenido en cuenta muchos factores, crudos o cocidos, masticación, facilidad o dificultad de digestión, es un interesante artículo que nos hace reflexionar y plantearnos si debemos fiarnos de una buena parte de las actuales etiquetas nutricionales.

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