Patatas a la sal de Siracusa

En la gastronomía española tenemos una especialidad de patatas cocinadas a la sal que realmente es excepcional, son las Papas arrugas de Canarias, inmejorables si además se elaboran con alguna de las variedades de papas antiguas de Canarias, comerlas allí es la mejor experiencia. Pero hoy vamos a conocer otra especialidad, con otro origen, son las Patatas a la sal de Siracusa.

Siracusa (Syracuse) es una ciudad de Nueva York con industria salina, como curiosidad decir que el nombre de esta ciudad fue tomado de la ciudad italiana Siracusa (después de negarle otros nombres) por su similitud y por compartir la historia en la producción de sal. Al parecer, las patatas a la sal datan de finales de 1800, cuando los mineros irlandeses de la salinera se llevaban las patatas, las más pequeñas, de menor calidad y sin pelar, para prepararlas para el almuerzo y las cocinaban hirviéndolas en salmuera.

Empezaron a ofrecerse a principios de 1900 en el centro de Nueva York, de manos del empresario John Hinerwadel y la primera comercialización de paquetes de patatas con su correspondiente sal envasadas y etiquetadas como ‘Patatas a la sal originales de Hinerwadel’, data aproximadamente de 1960.

En la actualidad, las patatas a la sal de Siracusa se ofrecen en ferias y en puestos callejeros, se elaboran en comidas al aire libre, en barbacoas… principalmente en primavera o verano, recién cosechadas las patatas. Se seleccionan las más pequeñas, son patatas nuevas muy tiernas, con una piel muy fina que no es necesario retirar. Generalmente se utiliza patata blanca, pero también hay quien utiliza indistintamente la patata roja. Lo más importante es que sea patata nueva que ofrezca la degustación esperada, un bocado cremoso, jugoso y sabroso.

La elaboración de las patatas a la sal de Nueva York es muy sencilla, su textura característica se consigue mediante la cocción en agua con abundante sal, según leemos aquí, la proporción estándar es de una libra de sal por cada cuatro libras de patatas. Las patatas deben ser pequeñas, aproximadamente del tamaño de un bocado, y cocerse enteras y sin pelar para que no absorban un exceso de sal, ésta queda en la piel en pequeños cristales llenos de sabor que después se endulzan con mantequilla.

Una vez que las patatas se han cocido, en unos 20 minutos, se escurren y se sirven acompañadas de mantequilla fundida. ¿Os apetece probarlas?

Foto | Kitchenconfit

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