SuperMeat prepara la expansión de su pollo de cultivo celular: qué puede suponer para España y el futuro de la alimentación

SuperMeat prepara la expansión de su pollo de cultivo celular justo en un momento en el que Europa, y especialmente países como España, busca nuevas vías que puedan garantizar un suministro de proteínas más seguro, eficiente y sostenible. La empresa israelí pionera en carne de cultivo, acaba de recaudar 3,5 millones de dólares que le permitirán dar el paso definitivo para comercializar su carne de pollo en Europa, algo que podría transformar el mercado de los alimentos de origen animal.

En Europa, la carne de cultivo celular se encuentra en un punto crucial porque todavía no está autorizada para su venta, pero los avances regulatorios y las presiones por reducir el impacto ambiental del sector alimentario, convierten a este alimento en una opción a tener en cuenta. Para España, uno de los mayores productores y consumidores de carne de pollo de Europa, la llegada de estas alternativas más sostenibles podría jugar un papel importante en los próximos años.

Mientras que en países como Italia han prohibido preventivamente la comercialización de carne cultivada, otros países como Alemania, Francia y Países Bajos plantean apoyos institucionales, programas de innovación y colaboraciones entre el sector público y privado. Nuestro país, aunque más prudente, ya cuenta con grupos de investigación, universidades y centros tecnológicos que están estudiando las proteínas alternativas y las nuevas biotecnologías alimentarias.

Ante este panorama, SuperMeat ve una oportunidad estratégica: ofrecer un producto que pueda integrarse en la gastronomía europea sin renunciar al sabor, la textura ni la tradición del pollo que forma parte de nuestra dieta. Una de las claves que hacen especialmente relevante el avance de SuperMeat, es que ha conseguido por primera vez que la carne de pollo cultivada tenga un coste similar a la carne de pollo premium tradicional.

Su proceso de producción basado en células musculares y grasas sin mezclar ingredientes vegetales, da como resultado una carne de pollo de cultivo con propiedades organolépticas muy próximas a las del pollo convencional. Sin embargo, quizá no sea suficiente, la paridad de precios debería alcanzarse con el pollo que podemos encontrar en el supermercado sin que sea Premium.

Según algunos análisis realizados por laboratorios independientes, este tipo de carne puede reducir alrededor del 50 % las emisiones de dióxido de carbono, algo crucial para el sector de la ganadería industrial, que supone una parte significativa de las emisiones europeas y cuyo desafío es producir más con menos recursos. Pero recordemos que los gases más peligrosos y más potentes que el CO2 son el metano y el óxido nitroso, siendo interesante que se dieran cifras sobre la reducción de estos gases.

Para España, donde la avicultura es un sector muy consolidado y competitivo, esta alternativa podría aliviar presiones ambientales y abrir nuevas oportunidades de innovación para las empresas tradicionales que quieran diversificar su oferta. Sin embargo, una parte del sector avícola de nuestro país no ve esta transición con buenos ojos, expresando reservas tanto económicas como culturales. Algunas organizaciones temen que la carne de cultivo celular genere incertidumbre en un mercado que ya de por sí es muy competitivo, presionando a pequeños y medianos productores que podrían no tener capacidad para adaptarse a las nuevas tecnologías.

También hay que señalar el riesgo de una brecha de desconfianza entre una parte de los consumidores, que están preocupados por lo que denominan artificialidad de la carne, o por la posible concentración del mercado en manos de unas pocas empresas biotecnológicas. A esto hay que sumar las dudas sobre el consumo energético real de estas plantas de producción de carne de pollo a gran escala, y si en la práctica, esta carne será tan sostenible como se asegura. Estos temores reflejan que la llegada de la carne de pollo de cultivo abre oportunidades, pero también debates profundos sobre el futuro del sector en España.

SuperMeat no plantea operar en solitario, para su entrada en Europa ha cerrado acuerdos con empresas como PHW Group de Alemania y el minorista Migros de Suiza, lo que sugiere que la empresa no propone una presencia testimonial, su objetivo es una integración real en la cadena de distribución alimentaria. Las alianzas citadas podrían servir de modelo para futuros acuerdos con los distribuidores españoles siempre que el marco regulatorio avance.

SuperMeat sigue avanzando en la mejora de sus productos y trabaja en colaboración con Stämm, una compañía especializada en bioprocesos, para perfeccionar los bioreactores que mejoran la estructura del tejido, siendo uno de los retos más complejos de la carne de cultivo, y así facilitar la fabricación de alimentos con la textura típica de una pechuga o un muslo de pollo tradicional.

En su sede de Tel Aviv (Israel), la empresa ya cuenta con una planta piloto de 200 litros (capacidad del biorreactor o tanque principal donde se cultivan las células que forman la carne) y un restaurante-laboratorio abierto al público que se denomina The Chicken, donde los comensales prueban diferentes recetas elaboradas exclusivamente con pollo de cultivo celular, mientras observan el proceso de producción a través de un cristal. Este es un enfoque pedagógico que quizá podría tener recorrido en Europa, donde la confianza del consumidor será esencial y mostrar el proceso puede ayudar.

¿Qué supondría la llegada de carne de pollo de cultivo celular a España?

Aunque SuperMeat todavía debe obtener la aprobación regulatoria por parte de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea), la tecnología de la empresa ya ha demostrado, según sus responsables, que puede competir con la carne tradicional en coste y calidad. Dicho esto, la llegada del pollo de cultivo celular a España podría significar un impulso a la innovación alimentaria, nuevas oportunidades para el sector avícola, reducción del impacto ambiental y adaptación a un consumidor cada vez más exigente.

Pero como ya hemos comentado anteriormente, también hay quienes muestran reservas, especialmente por el posible impacto económico sobre los pequeños productores y por la desconfianza que genera un producto que es percibido como excesivamente tecnológico. Estos temores ya mencionados antes, recuerdan que la transición hacia nuevas formas de producción alimentaria no está exenta de debate ni de obstáculos.

La pregunta ahora ya no es si veremos carne de cultivo celular en los supermercados europeos, sino cuándo ocurrirá y qué países estarán preparados para ello. Según lo que leemos aquí, una cosa es evidente, con los avances tecnológicos y financieros que está consiguiendo la empresa SuperMeat, ha logrado colocarse en la primera línea para ser punta de lanza de esa transición.

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