¿Son más sanas las marcas blancas? Lo que revelan los estudios más recientes

¿Son más sanas las marcas blancas? Esta es una de las preguntas clave que se plantean actualmente millones de consumidores ante la necesidad de ahorrar sin tener que sacrificar la salud. Pero, la respuesta no es tan clara como se desearía, ya que diversos estudios recientes, entre ellos algunas investigaciones de la organización Foodwatch Alemania y Francia, ofrecen resultados que en algunos casos se contradicen entre sí.

Mientras que las marcas blancas obtienen mejores puntuaciones en el sistema de etiquetado NutriScore, también se ha demostrado que muchos de los productos más económicos contienen niveles preocupantes de azúcares añadidos. Se trata de una dualidad que pone de relieve la necesidad de llevar a cabo un debate urgente sobre la calidad, la transparencia y la desigualdad alimentaria.

Desde el año 2020 Alemania permitió el uso voluntario del Nutri-Score que, como sabemos, se trata de un sistema de etiquetado en el frontal de los envases alimentarios, que resume la calidad nutricional de los productos mediante una escala de colores y letras. Lo que resulta llamativo es que muchas marcas blancas de supermercados como Lidl, Rewe o Edeka, han adoptado este etiquetado de forma casi generalizada, incluso en productos que tienen bajas calificaciones. Por el contrario, grandes marcas como Coca-Cola, Barilla o Zott evitan mostrar el NutriScore, algo que presumiblemente es porque muchos de los productos de estas marcas recibirían unas valoraciones negativas.

Esto crea una paradoja interesante, aunque las marcas blancas informan más, no significa que siempre sean más saludables. De hecho, en algunos casos obtienen mejores puntuaciones en NutriScore, como es el caso del muesli de Lidl (C) frente al muesli de Kölln (D), o el de las barritas de cereales de «ja!» (D) frente a las de Corny (E), siendo además, mucho más baratas. De todos modos, este patrón no se sostiene en todos los casos y a continuación veremos por qué.

En este estudio de Foodwatch Francia presentado en enero de este año, se analizaron más de 400 productos de 12 categorías alimentarias, del análisis se desprendía que los productos más económicos y especialmente los de marcas blancas, contienen cantidades significativamente elevadas de azúcar. Lo más preocupante es que este exceso de azúcar está presente en alimentos donde muchos consumidores no lo esperarían, en guisantes enlatados, en los panes de molde, en los pestos, etc.

Hasta el 85% de los productos más económicos analizados en este estudio contenían azúcares añadidos, para los expertos de Foodwatch una cifra alarmante que señala un patrón sistemático por parte de los supermercados. Para mantener los precios bajos sin comprometer el sabor ni la apariencia, se recurre al azúcar como conservante, como potenciador del sabor y como mejorador de textura, algo que inevitablemente perjudica la salud pública.

En este punto aparece una gran contradicción respecto al NutriScore, y es que aunque muchos productos de marca blanca muestran la etiqueta nutricional, su contenido en azúcar añadido podría estar afectando negativamente a la calidad. Esto evidencia que la transparencia no es sinónimo de calidad, y que los consumidores deben leer las etiquetas alimentarias y no dejarse guiar únicamente por el etiquetado frontal de los productos alimenticios.

Inflación, poder adquisitivo y auge de las marcas blancas

¿Por qué entonces las marcas blancas están en auge? Una buena parte de la respuesta está en el contexto económico, recordemos que según un estudio de Nielsen del año 2012, el 85% de los consumidores afirmaban que el precio era el principal condicionante en sus decisiones de compra. Esa tendencia se ha consolidado después de una década y especialmente en Europa, donde la inflación alimentaria y la pérdida de poder adquisitivo ha obligado a muchas familias a priorizar el ahorro.

De hecho, el auge de las marcas blancas no sólo se debe a su precio más reducido, según el mencionado estudio de Nielsen, hasta un 22% de los consumidores elegía las marcas blancas por considerar que ofrecen una calidad equiparable a las marcas de fabricante. Además, la mejora en el diseño de los envases, el marketing emocional y la percepción de responsabilidad social, contribuyeron a la buena imagen de estos productos.

Hoy en día estas marcas dominan buena parte de los lineales de los supermercados europeos, sin embargo y como denuncia Foodwatch, esto ha generado una peligrosa desigualdad alimentaria, ya que quienes menos pueden gastar tienen menos opciones saludables a su alcance, creándose un sistema a dos velocidades, donde comer sano es, cada vez más, un lujo.

Foodwatch y otras organizaciones de consumidores abogan por un cambio estructural, piden reformulaciones de los productos de marca blanca para reducir el contenido de azúcar, una mayor transparencia en todos los niveles del etiquetado y no sólo en el NutriScore, piden políticas públicas que favorezcan la alimentación saludable y para ello, entre las medidas propuestas destacan la reducción del IVA en frutas, verduras y legumbres, las subvenciones a los productores de alimentos saludables, los impuestos a los productos ultraprocesados ricos en azucares y campañas de educación nutricional orientadas a los consumidores.

La alimentación saludable no debe ser un privilegio reservado para quienes pueden pagar más, si los supermercados realmente quieren posicionarse como aliados de los consumidores, deben garantizar que los productos accesibles (más económicos) sean también saludables. Por su parte, los gobiernos deben intervenir para corregir los mercados alimentarios que perpetúan desigualdades.

En definitiva, ¿son más sanas las marcas blancas? La realidad es que la respuesta no es sencilla, a veces sí, como lo demuestran algunos casos donde los productos obtienen mejores puntuaciones en el etiquetado NutriScore que las marcas tradicionales. Pero también pueden ser menos saludables, sobre todo en las categorías básicas y en los productos económicos con un alto contenido en azúcares ocultos. La clave está en no idealizar ni demonizar a ningún grupo alimentario, es necesario exigir transparencia, una mejor regulación y un compromiso más sólido con la salud pública.

Podéis conocer más detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página oficial de Foodwatch.

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