Hace unos días nos habíamos eco de una investigación estadounidense que ponía al descubierto que la industria azucarera de Estados Unidos subvencionó un estudio que tenía como cometido minimizar la importancia en la relación entre el consumo de azúcar y las enfermedades cardíacas. A la vez, se enfatizaba que el mayor riesgo para las enfermedades cardíacas procedía del consumo de grasas saturadas. Son varios los casos que hemos conocido a lo largo de los años en los que se demuestra que la manipulación de las investigaciones científicas es una práctica bastante habitual de la industria alimentaria.
Pues bien, el goteo de casos que cuestionan los resultados de las investigaciones científicas subvencionadas por la industria es incesante, hoy conocemos un trabajo desarrollado por expertos de la Universidad de Sidney (Australia) en el que se han encontrado sesgos sobre los beneficios de los edulcorantes artificiales, son conclusiones favorables para la industria de este tipo de productos que ahora ponen en duda los resultados presentados, que por ello, se deberían repetir los estudios y que fueran realizados por investigadores independientes.
De los resultados de esta investigación se desprende que en los estudios sobre los edulcorantes artificiales que han sido financiados por empresas que se dedican a su producción, los resultados tenían más posibilidades de ser favorables, mostrando beneficios para la salud, lo que induce a considerar que estos resultados estaban condicionados por los intereses de esta industria.
Los expertos han analizado un total de 31 estudios sobre los edulcorantes artificiales desarrollados entre el año 1978 y el año 2014, con comentarios sobre los posibles efectos beneficiosos de estas sustancias, como por ejemplo su efectividad en la reducción de peso o la nula relación con problemas apuntados por otros investigadores, véase la diabetes. En este último caso se puede citar la investigación israelí presentada en el año 2014 en la que se concluía que los edulcorantes artificiales inducen a la intolerancia a la glucosa.
El consumo de bebidas endulzadas artificialmente se ha incrementado de forma significativa durante las últimas décadas, paralelamente se han realizado varios estudios sobre los efectos de los edulcorantes artificiales en la salud. Los investigadores tenían como objetivo determinar si existía riesgo de sesgo en los resultados proporcionados, y si los autores de los estudios tenían conflictos de intereses por quienes financiaban la investigación. Resulta curioso saber que, casualmente, hace unos días se ponía al descubierto el sesgo de los estudios en los que estaba implicada la industria del azúcar, da la impresión de que esta revisión sea una respuesta a este estudio. Aunque los autores declaran que en su trabajo no existe conflicto de intereses, la realidad es que no lo sabemos a ciencia cierta.
Volviendo al estudio, de las 31 conclusiones presentadas, los autores de 13 estudios no dan a conocer si existen conflictos de intereses, es decir, un tercio de los estudios no revelan cuáles han sido sus fuentes de financiación. Los comentarios realizados por los autores que tenían un conflicto de intereses financieros con la industria alimentaria eran siete veces más propensos a mostrar conclusiones favorables, mientras que ninguno de los nueve estudios cuyos autores no tenían estos conflictos, tuvieron resultados positivos y favorables. Los investigadores explican que lamentablemente, la transparencia sobre la financiación y los posibles conflictos de intereses de los estudios relacionados con los productos de nutrición en diferentes campos, brilla por su ausencia.
En este sentido parece que todos los sectores de la alimentación pecan, se pueden citar algunas investigaciones realizadas con los alimentos transgénicos, pero también ocurre con la industria de los alimentos ecológicos. En este post en el que nos hacíamos eco de la posible falta de imparcialidad de las investigaciones que se publican sobre los beneficios o perjuicios de los alimentos transgénicos, destacábamos un artículo del periódico digital The New York Times en el que se afirmaba que la industria de los alimentos ecológicos había reclutado a varios investigadores con el propósito de dar a conocer los beneficios y bondades de la agricultura ecológica, supuestamente expertos que deberían ser totalmente imparciales, algo que se ponía en duda por el sesgo generado por el conflicto de intereses.
Cuatro de los estudios analizados habían sido financiados por la competencia, es decir, por la industria de los refrescos azucarados, las empresas azucareras, etc. En estos casos, las conclusiones obtenidas no promovían los beneficios de los edulcorantes artificiales, pudiendo parecer obvio que de nuevo los conflictos de intereses tenían relación con los resultados, así se explica en este artículo publicado en la página de la Universidad de Sidney.
Para los expertos, la participación de quienes financiaban los estudios introduce claramente un sesgo que afecta a los resultados obtenidos. En la extensa investigación publicada en este artículo de la revista científica PLoS One podéis conocer más detalles sobre los resultados. Parece evidente que es necesario que en los estudios no deben intervenir económicamente, ni de ningún otro modo, quienes tengan ciertos intereses relacionados, ya que los resultados no hacen más que crear confusión. Pero dado que se invierte poco en investigación, a algunos investigadores no les queda más remedio que recurrir a la financiación privada, lo que pone en riesgo la credibilidad de los resultados ofrecen.
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