Desde hace varios años muchas personas han creído que el gluten les provoca malestar, incluso cuando los análisis y pruebas han descartado la enfermedad celíaca, de ahí que siguieran una dieta sin gluten. Ahora, nuevas evidencias apuntan que el problema en muchos casos no es directamente causado por el gluten, algo que refleja un cambio de paradigma y para entenderlo, nada mejor que contestar a la pregunta ¿por qué la sensibilidad al gluten no es siempre cuestión de gluten?
Hoy hablamos de un estudio llevado a cabo por expertos de la Universidad de Melbourne (Australia), la Universidad de Maastricht (Países Bajos), la Universidad de Salerno (Italia) y la Universidad de Sheffield (Inglaterra), en el que se han revisado tanto estudios individuales como análisis secundarios (una docena de ensayos aleatorios doble ciego) para comprender mejor lo que se denomina sensibilidad al gluten no celíaca.
El dato es revelador: aunque aproximadamente un 10 % de los adultos en todo el mundo afirman tener sensibilidad al gluten o al trigo, los ensayos clínicos controlados han demostrado que solo entre un 16 % y un 30 % de estas personas reaccionan específicamente al gluten. Esta proteína, presente principalmente en el trigo, la cebada y el centeno, está compuesta por gliadinas, gluteninas y otras glucoproteínas. Por cierto, merece la pena recordar un estudio en el que se hablaba de las proteínas que no guardan relación con el gluten pero que podrían afectar a las personas celíacas.
Según la nueva investigación, en la mayoría de los casos el malestar aparece tanto con alimentos que contienen gluten como con otros que no lo contienen. Entonces ¿a qué se deben los síntomas?, los expertos comentan que han identificado tres vías principales:
1-Carbohidratos fermentables y otros componentes del trigo
En muchos casos los síntomas que son atribuidos al gluten se desencadenan por otros componentes del trigo, en especial los fructanos, un tipo de carbohidratos (oligosacáridos fermentables) que pueden provocar hinchazón y diversas molestias digestivas. En este sentido, citan un estudio en el que se mostró que cuando los participantes de un estudio seguían una dieta baja en carbohidratos fermentables, el gluten por sí solo no causaba los síntomas asociados a la sensibilidad.
En otro ensayo los investigadores concluyeron que los fructanos, más que el gluten, eran los responsables del dolor abdominal y la hinchazón que muchos de los participantes del estudio atribuían al pan.
2-Efecto del eje intestino-cerebro
Los expertos advierten del poder de la expectativa (influencia que tienen nuestras creencias o anticipaciones sobre lo que sentimos o experimentamos), y es que creer que se ha consumido gluten puede ser un indicador más potente de malestar que el contenido real del alimento. Este fenómeno se conoce como nocebo (opuesto del placebo), es decir, esperar que ocurra un daño y que se produzca malestar, esto es algo que se ha constatado hasta en un 50% de los participantes de diferentes ensayos y estudios.
En este contexto la sensibilidad al gluten se redefine más como parte del espectro de trastornos de la interacción intestino-cerebro, algo similar a lo que ocurre con el síndrome del intestino irritable, que como una enfermedad que ha sido causada únicamente por el gluten.
3-No existe un biomarcador definido
A diferencia de la enfermedad celíaca en la sensibilidad al gluten no celíaca, no se han identificado biomarcadores de peso, como pueden ser los niveles de citocinas o de zonulina que permiten realizar un diagnóstico de forma precisa. Esto implica que actualmente se trata de un diagnóstico por exclusión, primero se debe descartar la enfermedad celíaca o sensibilidad al trigo, para después llevar a cabo una evaluación con pruebas controladas.
¿Qué implica el estudio para quienes creen ser sensibles al gluten?
Para los que se auto identifican como sensibles al gluten, los nuevos datos son mensajes importantes a tener en cuenta. Los síntomas son reales, hinchazón, dolor, fatiga, cambios de humor… son manifestaciones presentes en muchos casos, pero la causa no es tan simple como decir que es el gluten lo que causa el malestar.
Seguir una dieta sin gluten de por vida no es necesariamente la solución, ni siempre está justificado si no se ha comprobado que el gluten sea la causa del problema, por lo que se recomienda evitar la restricción sin motivos claros. Además, se pueden considerar otros estudios como el realizado por expertos de la Universidad de Columbia, el Hospital General de Massachusetts y la Escuela de Medicina de Harvard, en el que se concluía que evitar el gluten innecesariamente puede ser perjudicial para el corazón.
Los investigadores consideran que podría ser más útil explorar otras alternativas, por ejemplo, seguir una dieta baja en carbohidratos fermentables, una evaluación dietética realizada por dietistas y estrategias que aborden la interacción eje intestino-cerebro. Así mismo, la educación pública debería cambiar, ya que no es que el gluten sea inherentemente perjudicial para la mayoría, sino que para algunas personas los síntomas se desencadenan por otros factores relacionados con el trigo, la digestión, la microbiota o la percepción de las sensaciones intestinales.
¿Cómo se está diagnosticando ahora la sensibilidad al gluten?
El estudio sugiere un enfoque multidisciplinar y personalizado por lo que primero hay que descartar la enfermedad celíaca o la sensibilidad a través del diagnóstico. Realizar una prueba doble ciego controlado sobre la base de una dieta baja en carbohidratos fermentables para comprobar si el gluten es el desencadenante (por supuesto los pacientes no deben saber si consumen gluten o placebo).
Si se identifican unos síntomas reproducibles al gluten, entonces se puede considerar la sensibilidad no celíaca como causa probable. Pero si los síntomas no se relacionan específicamente con el gluten, entonces pueden investigarse otros factores, sean otros componentes del trigo, el estrés, los carbohidratos fermentables, la microbiota intestinal, etc. Y sobre el tratamiento, no basta con eliminar el gluten y ya está, es necesario que se realice un seguimiento dietético para asegurar que la dieta sigue siendo nutritiva, así como considerar intervenciones psicológicas, sobre todo si existen indicios de ansiedad o expectativas de malestar.
Los investigadores consideran que incluso es probable que lo que ocurre sea una combinación de factores: los carbohidratos fermentables del trigo, los componentes estructurales del propio trigo además del gluten, los cambios en la microbiota intestinal y la interacción del eje intestino-cerebro donde la expectativa puede agravar los síntomas. Desde el punto de vista médico y nutricional, el planteamiento implica mayor precisión a la hora de realizar los diagnósticos antes de recomendar dietas estrictas sin gluten, asegurar que la opción es personalizada y trabajar también con el factor psicológico.
Sin duda, el estudio es interesante y permite abrir nuevas vías de investigación. Podéis conocer más detalles de este trabajo en este artículo publicado en la página de la Universidad de Melbourne, y de forma más amplia a través de este artículo publicado en la revista científica The Lancet.
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