Según los resultados de un amplio estudio realizado por expertos de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), las patatas fritas aumentan el riesgo de diabetes tipo 2, aclarando que no se trata del alimento en cuestión, sino del modo de cocción. En esta investigación se analizaron los hábitos alimenticios de más de 200.000 personas adultas residentes en Estados Unidos durante un período de unos 36 años (desde el año 1984 hasta el año 2021).
Se trata de un estudio sin precedentes por su alcance y duración, donde se combinaron datos de tres grandes cohortes estadounidenses, el Nurses’ Health Study (NHS), el estudio epidemiológico más grande y de mayor duración del mundo iniciado en 1976, el Nurses’ Health Study II (NHS II), extensión del estudio original Nurses’ Health Study, cuyo objetivo era analizar cómo los factores del estilo de vida, la dieta, la actividad física y el entorno influyen en la salud a largo plazo.
Y el último que proporcionó datos fue el Health Professionals Follow-up Study (HPFS), estudio epidemiológico iniciado en 1986 y cuyo objetivo era investigar cómo la dieta, el estilo de vida y otros factores influyen en el desarrollo de enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. Gracias a estos trabajos se pudo analizar los datos de más de 205.000 personas sanas sin antecedentes de diabetes, cáncer, ni enfermedades cardiovasculares durante el periodo de estudio.
Los investigadores recopilaron información de la dieta de los participantes mediante cuestionarios que se fueron cumplimentando en periodos de dos a cuatro años. Los datos permitieron calcular el consumo medio de diferentes tipos de alimentos y entre ellos, distintas formas de preparación de las patatas, fritas, hervidas, al horno y en puré. Hay que apuntar que durante el periodo de estudio se documentaron más de 22.000 casos de diabetes tipo 2, siendo un porcentaje elevado y preocupante.
El principal descubrimiento del estudio es que un consumo elevado de patatas fritas se asoció con un incremento del 27% en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, por el contrario, el consumo de patatas con otras formas de preparación, sean hervidas, horneadas o en puré, no arrojo una relación significativa con el riesgo de desarrollar la enfermedad, una vez se ajustaron otros factores de la dieta y el estilo de vida. Esto demuestra que el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 está directamente relacionado con la forma en la que se preparan las patatas, es decir, fritas.
Las personas del estudio que comían patatas fritas cinco o más veces por semana tenían un 27% más riesgo que las personas que las consumían ocasionalmente, a esto hay que añadir que por cada tres raciones adicionales por semana, el riesgo se incrementaba en un 20%. Sin embargo, los expertos apuntan que hay un tope y el riesgo parece estabilizarse, es decir, por más que se consuman patatas fritas, no se supera el umbral del 27%.
Los investigadores comentan que el problema no radica en el tubérculo en sí, sino en su preparación y en los ingredientes añadidos, los aceites para freír, la sal, las grasas trans y compuestos como la acrilamida que se genera en frituras a altas temperaturas. Este conjunto de sustancias agravan el impacto glucémico de un alimento que ya tiene de forma natural un índice glucémico elevado (rapidez con la que un alimento que contiene carbohidratos, eleva los niveles de glucosa en la sangre).
Una de las conclusiones más relevantes del estudio apunta que sustituir las patatas fritas por carbohidratos de más calidad, puede reducir notablemente el riesgo de diabetes tipo 2. Por ejemplo, se pueden sustituir las raciones de patatas fritas por cereales y pseudocereales integrales no basados en el arroz, por ejemplo, la avena o la quinoa, reduciendo así el riesgo en un 19%.
Los investigadores explican que incluso las patatas hervidas, al horno o en puré, pueden ser parte de una dieta saludable siempre que se consuman sin mantequilla ni grasas añadidas. Además, la piel de las patatas es rica en fibra, siendo un componente clave para el control de la glucemia, a esto añadimos que este tubérculo es una fuente destacada de potasio, elemento útil para la regulación de la presión arterial.
Es muy importante cómo y con qué se come, por eso en el estudio se propone un cambio en el enfoque nutricional tradicional, en vez de preguntarse si un alimento es “bueno” o “malo”, los responsables del estudio invitan a cuestionarse cómo se prepara el alimento y qué reemplaza. Como sabemos, no todos los carbohidratos son iguales, siendo una distinción que resulta crucial a la hora de formular guías alimentarias que sean saludables y efectivas.
Los expertos concluyen que unos pequeños cambios en la dieta diaria pueden tener un impacto importante en la prevención de la diabetes tipo 2, aclarando que este estudio no demoniza a las patatas, simplemente destaca la importancia de la preparación y el contexto. Las patatas fritas son un alimento habitual en las dietas occidentales y en los menús de comida rápida aportan calorías vacías e incrementan el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes. Por el contrario, las formas más naturales y sencillas de preparar las patatas pueden incluirse en una dieta equilibrada, sean hervidas, al horno, etc.
Podéis conocer con detalle este estudio publicado en la página de la Universidad de Harvard, a través de este artículo (pdf) publicado en la revista científica BMJ.
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