El truco de sumergir un huevo en agua para saber si es fresco, no es nada recomendable

Hay trucos de cocina que son la repera, que cuando los descubres piensas por qué no lo habías pensado antes y se convierten en un hábito porque facilitan o favorecen una labor. Hay trucos de cocina que prometen algún beneficio, pero cuando los pones en práctica ves que no cumple, o como suelen decir ahora, es un ‘fake’.

Pero también hay trucos que pasan de boca en boca, que se instauran en las creencias populares y que son un verdadero riesgo para quienes lo ponen en práctica. Y ya sabéis de qué estamos hablando si habéis leído el titular, el truco de sumergir un huevo en agua para saber si es fresco, no es nada recomendable, y mucho menos si no se va a cocinar en ese momento.

Tiene todo el sentido del mundo, ¿verdad? En Gastronomía y Cía os hemos hablado en varias ocasiones sobre el huevo y sobre los riesgos a los que nos podemos enfrentar si no se conservan y se manipulan adecuadamente. Y lo seguiremos haciendo, porque la repetición ayuda a establecer conocimientos y hábitos, y porque siempre hay nuevas generaciones que empiezan a cocinar.

Pues si conocéis las normas básicas sobre la manipulación de los huevos, sabréis que no se pueden lavar, ni siquiera si vienen sucios de la granja o del mercado. Si es la primera vez que leéis sobre la limpieza de los huevos y demás, os recomendamos que leáis el post titulado ‘¿Se deben lavar los huevos? ¿Y si la cáscara tiene restos de suciedad?’.

En resumen, los huevos no se deben lavar antes de guardarlos en el frigorífico, aunque tengan restos de suciedad de las propias aves, así como plumas, paja… Y la razón es que si se lavan los huevos se elimina la película protectora natural que tiene la cáscara, ya sabéis que es muy porosa, por lo que se estaría dando vía libre a las bacterias para acceder al alimento y contaminarlo.

Así pues, si queremos hacer alguna prueba para conocer la frescura del huevo, que no sea la de sumergirlo en agua, y mucho menos si no es para consumo inmediato, pues estaremos eliminando la capa protectora de la cáscara y abriendo la puerta a las bacterias que posteriormente, al consumir el huevo, nos podrían enfermar.

Hay otras formas de saber si un huevo es fresco, empezando por la fecha de consumo preferente que tiene marcada. Al cascar el huevo también podemos ver cuán fresco, fijaos en la amplitud de la cámara de aire (está en el interior de la cáscara, en la parte más ancha), cuanto más pequeña sea, más fresco es.

La textura de la clara también nos indica la frescura de un huevo, ésta debe ser más espesa, densa y gelatinosa, estar más unida. Y la yema, si está bien redondita y elevada, nos está diciendo que es un huevo fresco. Confiad más en estos parámetros, que en la práctica de sumergir el huevo en agua, y si dudáis de su frescura, la solución es consumir ese huevo con una cocción completa, por ejemplo, haciendo un huevo duro. Por cierto, aquí tenéis respuesta si os preguntáis sobre la fecha de caducidad de los huevos, también es una información que tenéis que controlar.

Foto 1 | NYCandre
Foto 2 | Frank Prat

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