Marcas blancas de aceite de oliva

Las marcas blancas de aceite de oliva dominan el mercado español del sector del aceite de oliva alcanzando nada menos que un 65% del total de la cuota de mercado, algo que no sorprendería dada la diferencia de precios entre un aceite de marca blanca o distribuidor y un aceite de marca lider. Se destaca que en lo que respecta al aceite de oliva virgen extra, la cuota de mercado es del 50% y los denominados aceites refinados llegan a acaparar hasta el 80% del total de la cuota de mercado.

Las marcas blancas de aceite de oliva triunfan en una época de crisis donde se busca la mayor calidad al menor precio, algo que las marcas de distribución o marcas blancas dicen proporcionar a los consumidores. Sin embargo, y tras conocer algunos detalles sobre el denominado aceite de oliva lampante, resulta preocupante que los aceites refinados alcancen hasta un 80% de la cuota de mercado, recordemos que la descriptiva “refinado” no tiene nada que ver con la calidad o la delicadeza del producto.

En realidad, el término simplemente indica que se trata de un aceite obtenido de una refinería, antes de haber sido sometido al proceso de refinamiento, este aceite presentaba características indeseables y no era apto para consumo humano. La refinería se encarga de desproveer a este aceite de su exceso de acidez, pésimo aroma, color y todas aquellas cualidades organolépticas desagradables. El resultado obtenido es un aceite que podríamos catalogar como neutro, insípido, poco color… bastará añadir un 10 o un 20% de aceite de oliva virgen extra para hacer viable su comercialización.

Los denominados aceites refinados no son aceites de calidad, sólo lo es el añadido, por lo que el buen precio que puedan ofrecer no deben confundirnos, tampoco debe confundirnos la descriptiva ‘refinado’, y es que, desgraciadamente algunas personas asocian el término a la mayor calidad, craso error. Si tenemos que decantarnos forzosamente por la compra de un aceite de oliva de marca blanca o de distribución, la mejor opción es que sea aceite de oliva virgen o virgen extra, ya que según la normativa europea, son las dos únicas categorías del aceite que no pueden contener en su composición aceite de oliva lampante, o refinado.

Recordemos que el aceite de oliva virgen extra presenta una acidez inferior a 0’4º y es el mejor aceite que se puede disfrutar, se obtiene de aceitunas sanas en su óptimo punto de maduración. Con el aceite de oliva virgen ocurriría algo similar, aunque en este caso su acidez es algo superior pero siempre sin sobrepasar los 1º.

Aunque la normativa europea contempla que el aceite lampante no puede utilizarse en estas dos categorías, ver precios tan reducidos en el aceite de oliva virgen y virgen extra nos podría hacer sospechar que una parte de ese aceite contiene aceite de oliva lampante. Evidentemente existen controles para evitar este tipo de mezclas pero ¿quién nos asegura que son controles efectivos y que no son burlados de algún modo?, con otros productos alimenticios hemos conocido todo tipo de fraudes que han logrado burlar a las administraciones, no sería extraño encontrar algo parecido en el aceite de oliva.

La extremada competencia entre las cadenas de distribución o las plantas envasadoras, puede ser un arma de doble filo, por un lado los consumidores pueden beneficiarse de precios más competitivos, pero también puede darse el caso de que la competitividad termine afectando a la calidad real del aceite de oliva.

Finalmente queremos destacar un grave problema por el control ejercido en el mercado por el sector de las marcas de distribución y marcas blancas, tal y como ha ocurrido con muchos otros productos (recordemos los datos del IPOD), los precios que se pagan a los productores son cada vez más bajos, en el presente año han sido los más bajos de los últimos seis años, de seguir así podría producirse una grave crisis en el sector del aceite de oliva y como siempre, los máximos beneficiarios son los intermediarios.

De todo ello hablaremos, queda mucho por hablar sobre los aceites de oliva españoles y las prácticas de mercado.

Foto | Pizzodisevo

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