El lento reglamento europeo para el etiquetado de los productos alimenticios

El nuevo reglamento europeo para el etiquetado de los productos alimenticios ha suscitado una nueva reivindicación de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), la verdad es que razones no faltan. En teoría, cualquier nueva reglamentación o normativa aplicada debería tener un tiempo de transición prudencial, es decir, si a partir de ahora se obliga a especificar en las etiquetas de los productos alimenticios algo en concreto, es lógico pensar que no se puede aplicar rápidamente y que los productores deben tener tiempo suficiente para poder adaptar la maquinaria, liquidar stocks de producto, etc.

La normativa sobre el etiquetado entró en vigor el año pasado y se especificaba que los mensajes nutricionales asociados a la salud debían estar avalados científicamente.

El Parlamento Europeo y la Unión Europea se comprometieron a que los mensajes publicitarios de todos aquellos productos alimenticios que podemos adquirir, estén limitados a la verdad, así, aquellos mensajes como «es bueno para…», «te ayudará a adelgazar», «reducirá tu colesterol», etc., no pueden ser incorporados si no se ha realizado previamente un estudio científico que debe supervisar y validar la Agencia Europea para la Salud Alimentaria.

Es necesario regular este tipo de publicidad, son muchas las personas que creen en estos mensajes publicitarios que exageran las verdaderas propiedades y beneficios de un determinado alimento.

Y no salimos de nuestro asombro, los plazos para que se modifique la información de las etiquetas son exageradamente largos, por ejemplo, el perfil nutricional de un alimento, la cantidad de grasas o la cantidad de ácidos grasos, será de información obligatoria a partir del año 2011, es decir, un periodo de transición de cuatro años.

Aunque otros plazos se llegan a ampliar hasta el año 2022, o sea, quince años de transición, algunos fabricantes ni siquiera han empezado a modificar el etiquetado de sus productos para eliminar la publicidad fraudulenta, claro, “hay tiempo”. Lo mejor para asegurarse que nos aporta un producto alimenticio, es comprobar cuál es su contenido nutricional en la etiqueta correspondiente y olvidarse de lo que indica el eslogan publicitario.

Foto | Yanni Koutsomitis

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