Mermelada de frambuesa y chía (sin cocción, sin azúcar, sin gelatina)

Hoy os traemos una propuesta saludable para disfrutar de la mermelada, básicamente porque no lleva azúcar, pero también porque aporta los beneficios de las semillas de chía. Ya sabéis que son una rica fuente de ácidos grasos Omega 3, calcio, potasio y hierro, que ayudan a controlar los niveles de azúcar, a regular el colesterol y a controlar el apetito, entre otras cosas. Claro, que en realidad esto no es una mermelada, pero puede sustituirla.

La mermelada de frambuesas y chía, cuya receta os explicamos a continuación, es muy fácil de hacer, como comentábamos, es sin azúcar y sin gelatina, y además no se somete a cocción, por lo que es una ‘falsa mermelada’ que prácticamente se hace sola. Y queda muy rica, es ideal para tomar con tostadas, yogures, ensaladas de frutas, bizcochos e incluso es un buen ingrediente para hacer salsas y vinagretas para platos salados. Esperamos que la probéis y ya nos contaréis qué os ha parecido.

Ingredientes

  • 200 gramos de frambuesas frescas
  • 15 gramos de semillas de chía
  • c/n de caviar de vainilla (opcional)
  • c/n de edulcorante.

Elaboración

Una vez bien limpias y secas las frambuesas, ponlas en el vaso de la batidora y tritúralas. Si quieres deshacerte de las semillas puedes colarla, pero no es necesario.

Incorpora las semillas de chía a las frambuesas trituradas, añade también el caviar de vainilla o extracto de vainilla si quieres aportar un toque de su aroma y sabor. A continuación incorpora la cantidad de edulcorante necesaria para que esté a tu gusto.

Tapa el recipiente y déjalo reposar toda la noche a temperatura ambiente, así las semillas liberarán el mucílago y aportarán la textura gelatinosa.

Después del reposo puedes volver a triturar para romper las semillas y así no encontrar las bolitas al consumirla. También puede gustarte añadir trocitos de frambuesa fresca, si te gusta la mermelada con trocitos.

Una vez terminada la preparación, pon la mermelada de frambuesa y semillas de chía en un tarro con tapa hermética y resérvalo en el frigorífico, teniéndolo disponible para enriquecer tostadas, yogures, macedonias… ¡Buen provecho!

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