Tardebuena: la Navidad que se vive entre el aperitivo y la cena

Oficialmente, ya se puede decir: la Navidad ha empezado. Suenan los hits de Mariah Carey, las agendas echan humo y, entre compra y compra, aparece el verdadero momento estrella del 24 de diciembre: el tardeo. Ese tramo entre el aperitivo y la cena en el que la vida se vuelve más ligera, los reencuentros pasan de ‘pendiente’ a ‘por fin’ y los abrazos salen sin protocolo.

A eso lo llaman ya Tardebuena, y este año nos apetece celebrarla como toca: sin rigidez, sin postureo y sin la sensación de que todo tiene que ser perfecto para ser navideño. Y, además, con una ventaja que no siempre se da: este año no me toca cocinar en Nochebuena. Así que podemos permitirnos algo que disfrutamos especialmente cuando se alinean los horarios y la vida real: reservar esas horas para la gente que de verdad está, las amistades verdaderas, las que no necesitan ceremonia para que el reencuentro sea importante.

Hemos vivido suficientes Nochebuenas como para saber que la parte más auténtica de estas fechas no siempre ocurre alrededor de una mesa formal. Ocurre antes. En la barra. En el ‘¿cómo estás de verdad?’, en el ‘madre mía, cuánto tiempo’, en ponerse al día sin mirar el reloj. Ese ‘vuelve a casa’ que tanto se invoca en anuncios y villancicos, en la vida real suele pasar con el abrigo puesto, en un local lleno, y con la sensación de que, por un rato, todo vuelve a su sitio.

La Tardebuena tiene además algo que nos gusta mucho: se sostiene sobre una idea simple, adulta y bastante saludable. No estás ahí por obligación, estás porque quieres. No hay etiqueta, no hay guión, no hay que rendir durante horas. Vas, brindas, te ríes, vuelves a mirar a los tuyos o a tu gente elegida y te llevas esa sensación de que estás en la gloria.

Nos propusieron probar Gin MG para estas fechas y, sinceramente, nos encajó con este plan. Lo decimos con transparencia: sí, nos lo han propuesto, y por eso lo contamos claro. Y nos apetece sumarlo a nuestra Tardebuena porque conecta con esa manera de celebrar: la de los encuentros espontáneos, la de brindar sin demasiado teatro, la de disfrutar sin convertirlo todo en una producción navideña. En un tardeo, lo que apetece es un gin & tonic bien hecho y la compañía elegida.

Y ya que hablamos de diciembre… el tema regalos se cuela en todas las conversaciones. Si os pilla el modo ‘¿qué compro?’ y os da pereza caer en el circuito calcetines-vela-objeto-raro, hay un detalle que os puede gustar: el estuche de ginebra Made in Barcelona en colaboración con el artista barcelonés Medina Òscar, una edición especial con estética muy barcelonesa, que incluye la botella y cuatro vasos reutilizables. Nos gusta porque no es sólo bonito: es práctico y compartible, de los que se abren y se usan ese mismo día, sin ceremonia.

Volviendo a la Tardebuena, si os apetece un consejo de amigos que han vivido muchas fiestas: no hace falta correr. La clave está en disfrutar el momento a buen ritmo (y con un vaso de agua cerca). El plan es mejor cuando llegas a la cena con la energía intacta, no con la sensación de que ya has agotado la Navidad antes de empezar.

Así que sí: este año somos de Tardebuena. De la franja en la que los abrazos son reales, los reencuentros se celebran sin discursos y los brindis no llevan protocolo. Porque, al final, la Navidad va de eso: de volver a ver a los tuyos y de disfrutarlo de verdad.

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