Ganador del Sorteo de Naranjas Costa IV

Qué lectura más amena hemos sacado de vuestra participación en el Sorteo Semanal Naranjas Costa IV, qué risas, qué cuento más divertido, cuántos detalles interesantes y paralelos a la realidad… pero vayamos al grano, después de desvelaros el nombre del Ganador del Sorteo Naranjas Costa IV, podréis leer el cuento completo.

Ya sabéis que como cada semana, utilizamos Random.org para que nos dé el número del comentario ganador de este sorteo, que recibirá en su casa, sin coste alguno, una caja de 20 kilos de naranjas valencianas recién recolectadas gracias al patrocinio de Naranjas Costa. Pues bien, esta semana el ganador es:

¡¡¡Enhorabuena!!!
Patricia, eres la ganadora de una caja de 20 kilos de Naranjas Costa valorada en 43 euros, sabor y vitaminas para toda la familia, ¡esperamos que las disfrutéis!

A todos, una vez más, agradeceros la participación y convocaros para mañana martes, que volveremos con un nuevo sorteo semanal de naranjas. Ahora, no dejéis de leer el cuento que habéis creado entre todos, ante el que sólo podemos deciros ¡¡muchas felicidades!!

Erase una vez un joven agricultor que tenía unas semillas de naranja envueltas en un pañuelo de hilo blanco. Pero entre ellas, se había colado una semilla de mandarina. Y no sabía cuál era, por lo que decidió plantar todas las semillas y ver lo que sucedía. Las iba regando con mimo, y observando día a día su crecimiento.

Poco a poco empezaron a salir los brotes, pero por más que el agricultor miraba, no lograba distinguir el mandarino de los naranjos. Preguntó a su tío, un hombre versado en el mundo de los cítricos el cual le respondió que lo mejor sería olvidarse de lo que nos dicen los ojos y preguntar al cieguito del pueblo: cuando probara los frutos, lo sabría seguro. Y allí que se fue en su busca, pensando en sus cosas orgulloso de su huerto. El cieguito probó y probó y no consiguió saber cuál era la mandarina entre tantas naranjas así que decidieron hablar con el alcalde del pueblo.

El alcalde, viendo que el problema de Juan el agricultor era grave, mandó llamar a los expertos en cítricos de la región y se reunieron en el salón de actos del ayuntamiento. Justo empezaba la discusión cuando de repente entró por la puerta un joven campesino que decía que llevaba buscando el árbol del mandarino por toda la región. Se hizo un silencio en la sala y todos los presentes se dieron la vuelta: “Este árbol posee propiedades mágicas y el que lo posea tendrá en sus manos la juventud eterna”.

Como parecía bastante inverosímil lo que afirmaba el joven campesino, el alcalde hizo la consulta a Wikipedia usando su nuevo Ipad y exclamó maravillado: ¡aparece! Todos le miraron con asombro y con tono aprobador espetaron: “si Wikipedia lo dice, será verdad”.

Tras un breve espacio de silencio absoluto… todo el pueblo salió corriendo a empujones hacia el huerto de nuestro amigo, dispuestos a apoderarse del mágico mandarino. Al llegar al campo del joven agricultor, todos se detuvieron de golpe, no podían imaginar lo que sucedía, alrededor del campo había una valla y en su interior se encontraban unos hombres con escafandras blancas como si fueran astronautas.

“Venimos de un planeta llamado Tierra”, dijeron los hombres con escafandra, “hace ya mucho tiempo que debido a la ineptitud y a la prepotencia del ser humano destruimos nuestros árboles”. “Unos sabios enviaron a las colonias estelares semillas de nuestra flora, y aquí, nosotros, tres décadas después, por fin tenemos el orgullo de volver a ver crecer y florecer uno de nuestros amados mandarinos. Nos llevaremos el árbol, pero en señal de agradecimiento os dejaremos esta cosecha y con las semillas que den el fruto podréis volver a plantar más árboles”.

El joven agricultor, que había plantado el mandarino con mucha ilusión y esfuerzo, no tenía nada claro este cambio así que decidió que quería conocer ese planeta Tierra del que venían los astronautas. Subió con ellos a la nave espacial y de ese modo estaba seguro de no perder de vista su preciado mandarino.

Tardaron 3 días con sus 3 noches en llegar al planeta Tierra, que al joven agricultor se le hicieron eternos ya que no se acordó de tomarse las pastillas contra el mareo y lo pasó fatal. Cuando bajo de la nave no podía creer lo que sus ojos veían, cuando el joven agricultor llegó a la Tierra se quedó impresionado por el estado en el que se encontraba el planeta, sus habitantes no habían cuidado ni respetado su fauna y su flora, y se propuso volver a casa y cuidar sus plantas y animales para así poder dar una segunda oportunidad a la Tierra ayudando en su reconstrucción con una especie de cada, igual que hicieron con el mandarino.

Pero no cayó en la cuenta de que en la Tierra, la escasez de agua originada por el despilfarro de sus habitantes en actividades ajenas a la agricultura, hizo inútil su esfuerzo de preservar las especies desaparecidas. Lloraba de tristeza al ver cómo los habitantes del planeta tierra no habían apreciado el tesoro que habían tenido. De tanto llorar y llorar brotó un riachuelo de sus lágrimas, pudiendo así dar una segunda oportunidad a los habitantes del planeta Tierra.

Los habitantes del planeta Tierra se pusieron tan contentos que compusieron una canción dedicada a las naranjas:

“Oh, Naranja, Naranjita,
Estás tan buena, que de las manos me las quitan.
Eres la fruta más jugosa,
las más bonita y la más sabrosa”.

Así, en la Tierra volvieron a crecer los frutales, y el joven agricultor comenzó a plantar naranjos y mandarinos por todos los lugares. Juan estaba tan contento y satisfecho de ver como todos en la Tierra se habían concienciado de lo importante que es cuidar y proteger nuestro planeta, que decidió que dedicaría su vida a extender estas enseñanzas por el mundo para que todos pudieran plantar sus propios naranjos y mandarinos y mimarlos para que crecieran sanos. Tal fue su éxito y la implicación de la gente que desde el espacio se veían enormes extensiones de color naranja y verde, donde hasta entonces había predominado el color marrón de la tierra seca.

Lo que no sabía es que en China estaban dispuestos a hacer lo que fuera para quedarse con la producción de naranjas mundial, de ahí el refrán de “Naranjas de la China”. Pero Juan, que era muy listo, realizó una gran campaña de publicidad para que los habitantes del planeta supieran que sus naranjas y mandarinas, aunque costarán un poquito más, tenían muchísimo mejor sabor y propiedades que esas que traían congeladas en grandes barcos desde lugares lejanos. La campaña consistió en enviar una naranja envuelta en papel de regalo a todos los habitantes, junto con una nota que decía: “Pues ha valido más plantar una cosecha nueva, que llorar por la que se perdió” , y en su eslogan pone ‘Aunque fuese el fin del mundo , plantaría naranjas y mandarinos en el día de hoy’.

El éxito de su campaña fue tal que empezó a recibir cartas y pedidos desde los lugares más lejanos del planeta. Hasta que un día llego una carta que llamó la atención de Juan, no era como las otras, era muy llamativa, su color naranja muy chillona la hacía resaltar entre las demás y su textura era, DE PIEL DE MANDARINA.

Lo curioso es que esa mandarina venía en una caja de “Naranjas de la China” enviada por un grupo de “chinos mandarines”, por lo que, nuevamente, se enfrascó en la tarea de encontrar el mandarino que provenía de su semilla.

Pero los “chinos mandarines” insistieron e insistieron enviándole cajas y cajas de cartas de piel de mandarina hasta que Juan se dio cuenta de que estaban hechas con la piel de “su” mandarino. Extrañado y enfadado creyendo que se lo habían robado, cogió un tren y se fue a la China a averiguar cómo había llegado allí su preciado mandarino.

Y cuál fue su sorpresa que llegando a su destino, y por la ventana del tren, se dio cuenta de que había plantaciones inmensas de mandarinos exactamente iguales entre sí!!! Y cayó en la cuenta: habían clonado a su mandarino!!! Picó para bajarse en la siguiente parada impaciente por ver de cerca los árboles y vio alucinado que los chinos habían inventado un nuevo sistema para regar los árboles. Y emprendió de nuevo viaje para encontrar a su creador, el nuevo sistema era perfecto y quería implantarlo cuanto antes en su pueblo.

Después de días y días buscando al creador de tan magnífico sistema de riego, consiguió localizarlo y cuál fue su sorpresa: el inventor de todo aquello había sido una niñita de 8 años que por su aspecto físico mas parecía de su planeta que de la Tierra. De hecho, aquella niña tenía un parecido físico asombroso con Alejandra, la mujer que le regaló las semillas de naranja advirtiéndole que entre ellas había una de mandarina. Aquellas semillas que él cuidadosamente había envuelto en un pañuelo de hilo blanco antes de plantarlas. ¿Qué sentido tenía todo aquello? ¿Por qué esa niña se parecía tanto a aquella mujer? ¿Donde vivía? ¿Quiénes eran sus padres? y lo más importante, cómo había desarrollado ese ingenioso sistema de riego.

De repente se dio cuenta de que tenía que conocer todo lo relacionado con esa niña. Qué cosa tan simple y que difícil a la vez, intentar hablar con ella. Hablará castellano, o sólo chino, tendré que buscar un traductor, pesaba…

En ese momento la niña le dijo:

– En esta vida todo parece más sencillo de lo que en verdad es.
Juan se quedó con la boca abierta y…

Sonó el despertador… eran las cinco de la tarde, ¿cuánto había dormido?. Medio adormilado todavía volvió a mirar el reloj; si eran las cinco de la tarde,” ¿había sido todo un sueño?” pensaba, pero era tan real que no podía creer que todo hubiera sido un sueño asi que se levantó apresuradamente, se lavó bien la cara, salió al jardín y miró a su alrededor.

No podía creer lo que estaba viendo, había un precioso mandarino en su jardín, lleno de mandarinas brillantes y apetitosas, salió de casa y se acercó a él, estiró la mano y cogió una mandarina, entre sus dedos corrían las gotitas de rocío que había caído durante la noche.

Entró en casa, allí estaba su pequeña princesita, le peló la mandarina y se la ofreció, aquello era un tesoro para su hija. La niña tomó con delicadeza uno de los gajos de la mandarina lo acercó a su nariz e inhaló el suave perfume, seguidamente lo llevó a su boca y lo mordió, una explosión de sabor inundó su pequeña boca provocando la sonrisa de Juan.

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